En México, las narrativas dominantes sobre el desarrollo y la democracia suelen ocultar una realidad incontrovertible la desigualdad no es un accidente, sino el resultado de estructuras económicas, sustentadas en códigos normativos y en una cultura imperante diseñadas para beneficiar a minorías. Desde un enfoque materialista, este artículo demuestra que las condiciones de vida de la mayoría - salarios insuficientes, acceso limitado a servicios básicos y precariedad laboral – no son fenómenos naturales, sino consecuencias directas de políticas fiscales regresivas, un sistema tributario injusto, entre otros.

La diferencia de un CEO de una corporación mexicana gana en dos horas lo que un trabajador promedio gana en un año (Informe Oxfam, 2024).

La encuesta sobre percepción de la desigualdad realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), arroja que 72 por ciento de los mexicanos piensan que la diferencia de ingresos en el país son demasiado grandes, y el 86 por ciento considera que el Gobierno deberá reducir estás diferencias vía impuestos y/o dando mayores prestaciones sociales. (OCDE 2021).

Es imperativo el análisis de las narrativas y discursos que normalizan la desigualdad, La Jaula Invisible (Melgoza 2025), la injusticia fiscal y los privilegios, se reproducen permanentemente en los medios de comunicación masiva. La captura de la mente es clave y decisiva, donde los que están dentro de la jaula invisible defienden los intereses de quién domina pues son ellos los que influyen en las reglas que determinan la forma de ser.

La Constitución Mexicana establece el derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y domestico. Sin embargo este derecho humano básico, no es posible para veintidós millones (22 millones) de persones carecen de agua potable (CONAGUA), en cambio embotelladoras como Coca-Cola extraen millones de litros en zonas con estrés hídrico.

¿Qué hacer ante esta democracia desigual?

No se trata de gravar a los ricos a la élite económica de forma abstracta, sino de redistribuir la riqueza, artículo veinticinco de la Constitución Mexicana “distribuir la riqueza de manera justa, beneficiando a todos los ciudadanos”.

Se requiere: eliminar exenciones fiscales a grandes capitales (ejem. no más tratos preferenciales telecomunicaciones y minería).

Alianzas público–privadas en energía (sin privatizar, como en Noruega).

Tributación proporcional a la riqueza, (no solo al ingreso, impuestos a ganancias financieras. Auditorias obligatorias a las quinientas empresas más grande, para frenar la evasión.

Políticas redistributivas, impuestos progresivos que no afecten a la clase media, profesionistas, empleados, pequeñas y medianas empresas, inversión en educación, salud auditada a resultados oficiales. Atención a zonas marginales con planes de desarrollo local.

Política de apoyo al desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas.

¿Quién controla la política fiscal?

Los debates si así se les puede llamar en el mejor de los casos – ya que se han apoderado las diatribas se enfocan en otros temas, para tener polarizada a la sociedad, a quién conviene la polarización el manejo de las emociones de sus seguidores – Esta es la democracia, donde el espectador el ciudadano se engancha con su preferido partido o actor político, para resaltar quien gana, quien ataca mejor, así entretienen, prometen la verdadera libertad – resolver la pobreza – sin decir que se trata de un problema estructural, dicen ser demócratas. Sin plantear propuestas para disminuir la desigualdad y critican sino te interesan los debates, la política, es que no eres una persona consciente de lo que pasa en la política, no te interesa tú país, eres un apático, deberías de participar para mejorar los gobiernos, a eso le llaman participar en democracia. No entienden que lo que hacen es desprestigiar la política y generar más apatía.

Hay que rescatar la política desterrar las diatribas, los insultos, los ataques y debatir con propuestas que sean de interés como el disminuir la desigualdad.

La desigualdad en México no se resolverá con discursos sobre meritocracia o crecimiento económico o contrapesos. Exige confrontar las estructuras que permiten que unos pocos acumulen riqueza a costa de trabajo de millones. Un impuesto progresivo no es una idea radical: es la mínima compensación por un sistema que ha extraído recursos humanos y naturales de forma depredadora.

Los números no mienten: mientras el diez por ciento (10%) más rico controla el setenta y nueve por ciento (79%) de la riqueza nacional (WID, 2024), cualquier discurso que no parta de esta realidad material es complicidad.

Para salir de la jaula invisible hay que utilizar el pensamiento critico, analizar propuestas identificar intereses ocultos y transformar en la ruta de una sociedad con menos desigualdad y efectiva libertad.