Pensar en un secretario del siglo XV y XVI es pensar en aquel personaje que todo lo sabe. Es como recordar el siglo XX en nuestros antiguos municipios. donde el oficial mayor del mismo lleva decenas de años, sirviendo a dicho lugar con sapiencia del tiempo vivido en tal puesto viendo pasar generaciones de políticos y burócratas sin que le quiten a él el puesto de enciclopedia viviente en ese lugar. Recuerdo a tales viejitos que para todo eran requeridos y ellos orgullosos se sabían necesarios para nuevos mandantes en ayuntamientos o gobiernos estatales.

Cita fecha de su nacimiento, 4 de mayo de 1469 en las orillar del Arno, un río de oro que sigue embebiendo a quien le mira al pasar por el puente que le da fama. Señala Prélot que muere 58 años después en 1527. Hombre de dos siglos Maquiavelo por sí solo es una época de la humanidad. Un hombre que se resume en la práctica por las misiones que le encomendaron, sus embajadas, y en el seguimiento a lo que dice Prélot: “Secretario permanecerá del 15 de junio de 1498 hasta noviembre de 1512”. Pensemos en esos 14 años en los que pudo vivir el mundo revuelto de la Italia del Renacimiento. Sí, es cierto, seguro vio pasar por su Florencia a la que ha de amar más que nada, a sus vecinos Miguel Ángel y Leonardo da Vinci.

Cuenta Prélot: "su encargo corresponde en la historia de Florencia al periodo republicano del gobierno del gonfaloniere vitalicio Pier Soderini”. La figura del gonfaloniere es en la Italia de aquellos tiempos el de un personaje todo poderoso en las cosas de la riqueza material de aquellos que la gozaban, así como en las cosas de la política. Se creó la misma figura para cuidar que cual si fuera un notario público, no sólo cuidara los bienes patrimoniales de los ricos, es decir de la aristocracia medieval, sino como figura literaria bajo el mando de la política, de todas las confianzas de los mandantes en este caso, en la ciudad florentina.

Cuenta Pérlot: “Maquiavelo ocupa el puesto de jefe de la segunda cancelería. Es secretario de la comisión de los Diez de la Guerra, conocida como de libertad y contenido. Se ocupa también de otras comisiones de la república florentina”. Imaginemos 14 años de estabilidad laboral y casi pensar que su vida toda va a ser así: un puesto o varios que son su pasión y que por cosas existenciales le han sido designados sin tener temor de perder el puesto.

Esto les pasa a tantos y tantas hombres y mujeres en su vida laboral, cuando debieran de saber que lo más seguro es que el cargo que tienen o los que les dan sus mandantes son efímeros. Así le sucede a Nicolás, cuenta Pérlot: “el intervenir los españoles en Florencia, los Medici se reestablecen en la misma. Por lo que Maquiavelo pierde el puesto: y es arrestado como conspirador y por lo mismo maltratado. No se prueba nada en su contra y por lo mismo se muestran misericordiosos con él. Va en exilio a la villa de Albergaccio, donde vive modestamente no teniendo otro recurso que dinero de su pobre patrimonio”.

Consciente o no consciente, el florentino sabía por el enorme talento que tiene, que la riqueza del político le viene de saber de la misma, sabiendo que riqueza y política van de la mano terminan corrompiendo al político que nunca lo fue en verdad, sino un pobre hombre que tuvo como fin enriquecerse y por lo tanto no servir a su sociedad. Tiene múltiples ejemplos de ello y ve que dicha alianza deshonesta normalmente lleva al fracaso de quienes la aplican. Sabe que un pobre político no es aquél que no tiene riquezas económicas, sino es aquel que no tiene fortuna en las cosas de la política. Lección sorprendente y sabia que se aplica una y otra vez en la vida de aquellos que se dedican a la política cuando triunfan o fracasan.

Maquiavelo vive, suda y llora por existir dentro de la política de su tiempo y se convierte en el mejor alumno de la misma. Sus altas calificaciones en la comprensión de la misma le designan por ello como Padre de la Ciencia Política. Son sus textos los que le mantienen vivo en la misma. Cuenta Pérlot:

“Sea por necesidad o por gusto de sus antiguas funciones que se esfuerza con sus escritos de reconquistar el aprecio de los nuevos patrones. Retorna al escenario en el año 1521, sólo por breve tiempo, y así en 1526 —de nueva cuenta— hecho a un lado; en 1527 no sobrevive a su fracaso por alcanzar su última candidatura al puesto de secretario”.