Al amparo de una reforma educativa que se presenta como luz de transformación, se esconde un peligro sutil pero profundo: la ideologización de las mentes infantiles y jóvenes, como veneno que se infiltra en el manantial del conocimiento.

Luego entonces ¿cómo hemos llegado a este punto, donde los libros de texto se convierten en banderas ideológicas en lugar de ser faros de sabiduría? El futuro de México pende de un hilo tejido con narrativas sesgadas.

La NEM, con su plan de estudios aprobado en 2019, no busca la libertad del pensamiento, busca insertar en el campo de la educación, una visión única alineada con la llamada Cuarta Transformación. Los nuevos libros de texto, distribuidos por la Secretaría de Educación Pública, son una suerte de base ideológica que busca influir en el desarrollo cognitivo de los niños, promoviendo conceptos para consumo de las masas.

Imaginemos a un niño, como una semilla en tierra fértil, que, en lugar de absorber nutrientes de conocimiento y verdad universal, absorban ideas de resistencias armadas como vía de justicia. Luego entonces, la educación, que debería ser un espacio laico, libre de ideologías (como manda el Artículo 3° constitucional), ahora sea un púlpito de adoctrinamiento, violando así el derecho a una formación neutral y objetiva.

Este nuevo modelo educativo, también desvirtúa la historia de México. Ahora, el gobierno decide qué eventos históricos se narran y cuáles se silencian, todo desde una ideología superior a la objetividad. Un ejemplo concreto es la inclusión en los libros de texto, de las marchas en defensa de los derechos de las mujeres, con lo que estoy plenamente de acuerdo, pero omiten las múltiples marchas por el derecho a la vida, o aquellas promovidas por la defensa del INE, por la defensa del poder judicial y el estado de derecho, movilizaciones en todo el país contra de la violencia y los crímenes contra niños en diversas partes de la república, contra la militarización del país, creando así un sesgo perverso en la enseñanza de historia y civismo.

Por lo tanto, no se educa; se adoctrina. Los riesgos que esto conlleva son inmensos: generaciones formadas en el resentimiento, incapaces de poseer una mirada amplia y objetiva, perpetuando divisiones sociales en lugar de unidad nacional.

Este modelo prioriza la transformación sobre la formación, ignorando los avances históricos en la construcción de México, enfocándose en ideas colectivistas que minimizan y desestiman el mérito individual.

Como se quiera ver, esto un salto al abismo: sin neutralidad, la educación pierde su rol ético y moral para forjar ciudadanos en libertad.

En conclusión, la NEM no es renovación; es un asalto a la mente colectiva de niños y jóvenes, es una trampa ideológica que desvirtúa la historia y adoctrina bajo el manto de la justicia social, a los futuros ciudadanos, quienes desde hoy, estarán atados y subordinando al conocimiento selectivo que dicta la doctrina del poder.