El pasado 11 de julio, Trump envió a la presidenta de México una carta amenazando con imponer a los productos mexicanos 30% de aranceles, a partir del primero de agosto, porque a su juicio: “lo que México ha hecho no es suficiente. México aún no ha detenido a los cárteles que intentan convertir toda América del Norte en un patio de juegos del narcotráfico”. Desde luego que aquí hay mucho que hacer para contrarrestar el poder y la fuerza de los cárteles del narcotráfico en nuestro país. Hoy, sin embargo, no quiero referirme a esa lucha y sí a una a la que, me parece, el presidente del país vecino no le ha puesto suficiente atención.
El armamento con el que cuentan los cárteles proviene de los Estados Unidos en un porcentaje relevante. ¿Qué ha hecho el gobierno de Estados Unidos para evitar ese tráfico de armas sin las cuales el poder de los cárteles estaría severamente minimizado? Esta tarea es un pendiente que solamente puede resolverse si hay un cambio de política en la manera en la que se mueven las armas en EEUU.
La porosidad de la frontera norte es inexplicable si no hay también colusión de autoridades de los Estados Unidos. La droga cruza la frontera a Estados Unidos y ésta es custodiada por funcionarios de ese país. La responsabilidad de detener el trasiego de drogas y mercancías ilícitas es una tarea conjunta que han de enfrentar coordinadamente ambos gobiernos.
Llama la atención que se piense que el tráfico de estupefacientes es una tarea que comienza exclusivamente fuera de los Estados Unidos y es operada en su totalidad por las organizaciones mexicanas. En toda esta historia de la droga permanecen invisibles los cárteles que permiten llegue la droga a los consumidores finales dentro del territorio de nuestro vecino del norte. ¿Dónde están las acciones para detener el tránsito de toda esa mercancía dentro del territorio de ese país? ¿Quién permite que el patio de juego del narcotráfico campee allende el Rio Bravo?
Hace muchos años escuche decir a un exprocurador general de la República Mexicana que relataba su entrevista con su par de estadounidense. Ante la pegunta, con cierto tono de reclamo del procurador de esa nación: ¿Qué tenemos que hacer para detener el grave problema de la droga? El mexicano respondió mientras en su gobierno y en el mío haya funcionarios coludidos con el narco la tarea será realmente imposible.
Si se quiere desarticular las bandas que llevan el fentanilo es necesario frenar a las que operan en México y las que trabajan en el territorio de los Estados Unidos. Los aranceles del 30% podrán empujar a mayores acciones por parte del gobierno mexicano, pero todo ese esfuerzo fracasará mientras no se visibilice y combata a los cárteles que permanecen ocultos mientras siguen operando bajo el amparo de la leyenda de que la droga es un negocio con patente exclusivamente controlada por mexicanos o por ciudadanos que pertenecen a países distintos a los Estados Unidos.
Ojalá esa carta de Trump, plagada de signos de admiración, tuviera también la capacidad de recuperar el asombro y descubrir el elefante dentro de la habitación. Ninguna lucha contra el crimen organizado podrá tener éxito mientras se circunscriba a limpiar la casa de al lado y se mantenga intocables a quienes operan dentro del territorio del país más poderoso del mundo.
Quizá algún día veamos salir de la oscuridad esos nombres hoy anónimos, puede ser que todo esto tenga sentido si conseguimos también forjar entre los habitantes de estas tierras que la felicidad no la da un escape, la posibilidad de manejar más dinero y sí una vida digna, fraguada con trabajo honesto y vivida con entereza y paz.