
Atienden casos de violencia contra la mujer en Toluca
Autores como Abrahamian (https://www.cambridge.org/core/books/history-of-modern-iran) han destacado cómo la “Revolución Blanca” del Shah Mohammad Reza Pahlavi, produjo una elite ajena a la población y una base clerical, musulmana chiita, cada vez más opuesta a occidente. Durante los 70s, pese a la bonanza petrolera, las protestas contra el régimen del Shah aumentaron. La represión sistemática, la corrupción y la creciente desigualdad social se combinaron con un fuerte sentimiento antiamericano. La Potencia continuó apoyando al Shah, lo que fue percibido por la población, como complicidad con la pérdida de la ancestral identidad cultural del país. La imagen del Ayatolá Ruhollah Jomeini como exiliado y censurado por el régimen, lo convirtió en el líder de una alternativa islamista.
En 1978 estallaron protestas masivas que fueron brutalmente reprimidas, pero continuaron creciendo hasta forzar el autoexilio del Shah en enero de 1979. En febrero, Jomeini regresó e inició la Revolución Islamica, que tranformó al gobierno en una teocracia chiita y marcó un cambio radical en la política de Medio Oriente; rompió las relaciones con Estados Unidos e instauró un régimen basado en la ley islámica (sharía) bajo el principio del velayat-e faqih (gobierno del jurista islámico). Este evento no solo fue un fenómeno interno, sino también una respuesta al intervencionismo y al fracaso del modelo occidental impuesto por EUA durante casi cuatro décadas (1941-1979), período al que Trump evoca en su frase: “Make Iran Great Again” (Volver a Hacer Grande a Irán).
El 4 de noviembre de 1979, cuando un grupo de universitarios, que se autodenominaban Estudiantes Musulmanes Seguidores de la Línea del Imán, asaltaron la embajada de Estados Unidos, bajo el argumento que era necesario evitar otro golpe de Estado como el de 1953 (derrocamiento del primer ministro Mossadegh, apoyado por EUA) y también porque el Shah había salido de País rumbo a la Unión Americana, para recibir tratamiento médico (lo que no era cierto, ya que se refugió en Egipto, Marruecos, Bahamas y México, antes de llegar a EEUU a recibir el tratamiento medico por cáncer linfático y de ahí pasó a Panamá) y finalmente, murió en el Cairo el 27 de julio de 1980, bajo el cobijo de Anwar el Sadat.
El resultado de aquel ataque fue, la toma de 52 diplomáticos y empleados como rehenes durante 444 días en los que fueron sometidos a interrogatorios, aislamiento y presión psicológica; la crisis fue transmitida en vivo por medios internacionales y generó gran indignación en EUA. El gobierno de Jimmy Carter intentó una operación militar de rescate (Eagle Claw) en 1980, que fracasó, pero dejó 8 soldados muertos y fue tal el desprestigio del mandatario, que perdió la reelección en 1980 frente a Ronald Reagan.
La Revolución de Jomeini en 1979 transformó el sistema político, al reemplazar la monarquía del Shah, por un modelo teocrático contenido en la Constitución de la “República Islámica de Irán”, instauró un régimen donde la máxima autoridad reside en el “Guía Supremo”, con todo el control sobre los poderes del Estado.
Alejandro Salamanca (https://desvelandooriente.com/2020/01/08/el-gobierno-del-jurista-velayat-e-faqih/) nos comenta que: “Jomeini escribió “Gobierno Islámico” en 1971. El modelo que propone está parcialmente inspirado en la “República” de Platón. Jomeini, concibe una sociedad donde los filósofos, austeros, eruditos, y desprovistos de ambiciones materiales, son los gobernantes. En su versión, los filósofos son los intérpretes de la ley islámica. Esta ley, otorgada por Dios, deberá aplicarse hasta el final de los tiempos … En la actualidad el velayat-e faqih es la doctrina oficial de la República Islámica de Irán. No obstante, el gran ayatolá Sistani, el más influyente marya (nivel superior del chiísmo) en la actualidad, no parece simpatizar con la idea. En otras palabras: el chiísmo no establece que la sociedad deba ser regida por un líder supremo con credenciales religiosas; se trata de una interpretación moderna instrumentalizada por Jomeini y sus seguidores”.
La Constitución (https://www.constituteproject.org/constitution/Iran_1989?lang=es)
define al “Guía Supremo de la Revolución”, con poder sobre las Fuerzas Armadas,el Sistema Judicial, la televisión y radio estatales, la designación del jefe del poder judicial, los comandantes militares y seis de los doce miembros del Consejo de Guardianes. Además, el Guía Supremo tiene la última palabra en asuntos clave de política exterior, defensa y moral pública. De este modo, Jomeini no solo dirigió la revolución, sino que la convirtió en un régimen teocrático (de ayatolás) con legitimidad religiosa directa. Aunque Irán cuenta con instituciones republicanas como un presidente, un parlamento (Majlis) y elecciones periódicas, estos órganos operan subordinados al Guía Supremo y a órganos controlados por ayatolás, como el “Consejo de Guardianes” y la “Asamblea de Expertos”.
El “Consejo de Guardianes” revisa toda legislación para verificar su conformidad con la sharía y puede vetar candidatos a elecciones. La “Asamblea de Expertos”, elegida por votación, es teóricamente responsable de elegir y supervisar al Guía Supremo, aunque en la práctica actúa como órgano ratificador, sin capacidad real de control. El presidente de la República ejerce funciones ejecutivas, pero carece de poder sobre seguridad nacional o política exterior sin la aprobación del Guía Supremo. En conjunto, se trata de una estructura híbrida, formalmente republicana pero funcionalmente teocrática, donde los elementos democráticos son profundamente limitados por el control religioso.
Tras la muerte de Jomeini en 1989, el entonces presidente Alí Jameneí fue designado como su sucesor, pese a que no tenía la máxima categoría clerical (marya). Para facilitar su nombramiento, se reformó la Constitución eliminando el requisito de ser la máxima autoridad religiosa. Desde entonces, Jameneí ha consolidado una posición hegemónica, reforzando el poder del aparato de seguridad y de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC). Bajo su liderazgo, el sistema político se ha hecho más autoritario y cerrado. A diferencia de Jomeini, quien mantenía cierta distancia entre lo religioso y lo militar, Jameneí ha promovido la penetración de los militares en la política, la economía y la cultura. Las elecciones han sido crecientemente controladas, eliminando a candidatos reformistas o moderados mediante el veto del Consejo de Guardianes.
En política exterior, Jameneí ha mantenido una línea dura: apoyo a grupos como Hezbollah, hostilidad hacia Estados Unidos e Israel y desconfianza generalizada hacia Occidente, incluso durante negociaciones como el acuerdo nuclear de 2015, que veremos con mayor detalle. En este contexto, el Guía Supremo se presenta como garante de la “pureza revolucionaria” y la soberanía islámica, frente a un “mundo hostil”.
CONTINUARÁ