Por eso Platón, al contar la leyenda del momento cuando Hermes entregó la escritura a los hombres, subrayó la advertencia de que ya no sería necesario almacenar los datos en la memoria. La escritura permitiría tener el relato siempre a la mano y poder así usarlo cada vez que uno quisiera, sin necesidad de aprenderlo de memoria. El hombre reprochó al dios hacer del conocimiento algo extrínseco, una simple cosa, algo que podría tenerse, pero con la que sería más difícil identificarse.

Más adelante con la aparición de la imprenta y la posibilidad de multiplicar los textos, los libros fueron extendiéndose como instrumentos de propagación de la cultura. Para aprovecharlos era necesario leer y, si se deseaba saber de muchas cosas también ejercitar la memoria, para atesorar un saber que terminaba volviéndose uno con quien aprendía. No obstante, era posible tener libros solamente como instrumentos de decoración sin sumergirse dentro de ellos.

A la par de estos avances increíbles, encontramos un modo sencillo de satisfacer nuestros gustos. Para leer algo basta descargar un libro en línea, para escuchar una canción basta un clic. La vida, al menos en muchos de sus rasgos, pareciera encontrarse a la distancia de un comando. Todo se resuelve de inmediato.

En virtud del desarrollo de los algoritmos predictivos, los buscadores no se limitan a presentarnos lo que explícitamente solicitamos. Nos van conociendo y se toman la licencia de ofrecernos productos similares que podrían interesarnos. Navegar por internet se vuelve una afición en la que puede uno ir brincando de un tema a otro, descubriendo cosas que no sabíamos que existían y que nunca hubiéramos pensado que podría interesarnos. Un viaje sin propósito y sin término.

Es indudable que los avances tecnológicos tienen muchos elementos positivos y resultan grandes facilitadores de la vida. Pero, como todo en la condición humana, no están exentas de sus sombras y riesgos. Uno de esos peligros es la disminución del hábito de pensar o desarrollar la costumbre de derrochar horas de nuestras vidas deambulando sin rumbo por la red.