Algo que se comentaba en las cortes españolas era la pasión de los habitantes de la Nueva España por la pirotecnia, se solía mencionar que “no sabían qué pensaban los criollos e indios, pero una cosa es segura, en este momento están quemando ‘cohetes’”. Desde que los españoles pisaron las costas de Mesoamérica y un par de años después se instalaron en el corazón de Tenochtitlán, trajeron consigo la “infernal pólvora”, los naturales de la región conquistada pronto hicieron suyo el arte de la cohetería y más pronto se ocuparon de hacer estallar a todas horas, todos los días esa pólvora… una peligrosa actividad que se convierte en cultura… hoy es impensable que una festividad religiosa o hasta un funeral no sea acompañado por el estruendo de uno o cientos de cohetes, con todo y baños de luces y múltiples estrellas, el cielo es un espejo de nuestros ojos y ahí, de esas mini vías lácteas con olor a azufre.

Y así como los cohetes son el terror de almas quietas y de los oídos de los perros, otra linda manera de representar el ser nacional y el espíritu indestructible de los mexiquenses son estos elementos del paisaje tan nuestro, tan mortales, tan hijos de la chin… (a lo Octavio Paz) me refiero a los baches, la colección de trampas más grande del planeta (ni voltear a ver a la luna, que debe arder de envidia ante el suelo cacarizo de cualquier calle o avenida). El Estado de México y su plan anti baches, así como el papel de la Secretaría de Movilidad, sufrieron el deslave en todas sus promesas de que ahora sí arreglarían el histórico problema de la falta de mantenimiento de calles y avenidas, bastaron varios aguaceros para que se comprobara el fraude, ese que sabemos (como los cohetes) que siempre existirán en el programa de gobiernos incapaces de resolverlo, municipios deficientes por el aceite de la corrupción, pues si algo queda claro es que el mejor negocio para un o una presidenta municipal o los involucrados en el gobierno estatal es que no hay mejor "bisne" que sus chafísimas programas anuales de bacheo, pues el presupuesto está hecho para que jamás se resuelva el socavón, solo se le tape y que, como tradición cultural de la pirotecnia, vuelva a aparecer en la siguiente temporada de lluvias (son corruptos, pero no estúpidos).

Y sí, esto de los baches, socavones, hundimientos y sumemos inundaciones son el mejor ejemplo de nuestra predilección al sufrimiento, un síndrome de la esposa golpeada por el marido borracho y panzón, pero que ella se resiste a dejarlo porque “sabe que en algún momento habrá de cambiar”, cosa que jamás sucede ni ocurrirá, el bache es el botón de muestra del desprecio político hacia los ciudadanos, solo que a fuerza de permanencia nos hemos acostumbrado a ellos, el bache es para nosotros lo que un estallido de cohete para los perros, ni cómo defendernos.

O lo que de plano ocurrió el año pasado, cuando por la desesperación, vecinos y empresarios echaron manos a la obra y con sus recursos bachearon el tramo carretero Toluca - Villa Victoria y el responsable de la Junta Local de Caminos del Edomex, Mario Ariel Juárez Rodríguez, solo torció la boca, pues nuevamente, los ciudadanos terminaron haciendo lo que un puñado de burócratas no pueden resolver y mucho menos permitirán auditar.

Cohetes y baches, patrimonio inanimado de la humanidad mexiquense, ¡faltaba más! Y no, no es culpa de Tláloc, ni de los españoles por traernos la pólvora.