Desde una conciencia ética sustentada en principios, ha destacado la importancia de forjar una barrera infranqueable entre el poder político y el poder económico: combatir la corrupción y garantizar que las políticas públicas beneficien al pueblo y no exclusivamente a las élites económicas.

Se trata de enfatizar con mayor empeño la ruta política humanista y democrática, prioridad fundamental para la consolidación de la prosperidad compartida que demanda la Nación.

Claudia Sheinbaum ha destacado como ejes de esta separación: la transparencia en las políticas y en la gestión pública, incluyendo la rendición de cuentas en todas las esferas del gobierno; la evaluación continua de los programas gubernamentales, a fin de comprobar el cumplimiento de objetivos institucionales, ajenos a los intereses económicos; el fortalecimiento de la independencia institucional, cerciorándose de su autonomía respecto de influencias económicas o de élite; una nueva legislación anticorrupción, que combata las malas prácticas, en especial en los cruces y vinculaciones entre empresas y gobierno, y una fuerte e informada participación ciudadana, haciendo realidad el lema del artículo 3º constitucional: considerar a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.