ZUMPANGO, Edomex., 28 de julio de 2025.- La historia de Sabino Alberto Sosa Zavala, un paciente con insuficiencia renal crónica desde hace 13 años, es el reflejo del profundo abandono y burocracia que impera en el sistema de salud pública en México. A pesar de atenderse en el Hospital Regional de Alta Especialidad —ubicado a solo cinco minutos de su hogar en Zumpango— hoy enfrenta la amenaza de quedar fuera del tratamiento que literalmente le salva la vida, simplemente por no tener a alguien que lo acompañe durante sus sesiones nocturnas de hemodiálisis.
Sabino vive solo y trabaja para costear parte de su tratamiento, mientras su padre, de edad avanzada y su único apoyo económico, vive a tres horas de distancia. El hospital, sin consideración por esta realidad, le exige acudir acompañado de un familiar o de lo contrario, no podrá recibir su tratamiento. Esto, a pesar de que Sabino ya firmó una carta responsiva eximiendo de responsabilidades al hospital en caso de una emergencia. La respuesta institucional ha sido tajante: “sólo será admitido si paga una consulta de urgencias y los servicios de hemodiálisis nuevamente”.
“¿Por qué si pago sí me atienden aunque esté solo, pero si voy por el sistema al que tengo derecho me niegan la atención?”, cuestionó Sabino durante una entrevista que rápidamente se viralizó.
Su situación ya llegó a oídos de autoridades estatales, pero hasta ahora no hay una solución concreta. El paciente ya perdió al menos una sesión de hemodiálisis, lo cual pone en riesgo su salud de forma grave e irreversible.
La Ley General de Salud establece claramente que todos los mexicanos tienen derecho a recibir atención médica sin discriminación ni condiciones imposibles de cumplir. El caso de Sabino no es aislado en un país donde millones de personas carecen de recursos o acompañamiento familiar; el sistema parece estar diseñado para dejar atrás al más vulnerable.
Mientras las autoridades promueven la utopía de un sistema de salud "como el de Dinamarca", en la práctica, pacientes como Sabino enfrentan una realidad cruda: o pagan, o se mueren esperando. Porque en México, el derecho a la salud parece tener un precio.