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MAZATLÁN, Sin., 23 de febrero de 2013.- A las 3:45 de este sábado empezó la sigilosa movilización. En 10 camionetas oficiales tipo pick up, 65 efectivos de la Marina se dirigieron al norte del malecón de Mazatlán. Llegaron a los condominios Miramar, en el 608 de la Avenida de Mar. Un edificio de 27 departamentos confortables, pero nada ostentosos, cada uno con dos habitaciones, sala, comedor, cuarto de lavado y secado, balcones con vista al mar, usualmente rentados en 13 mil pesos o mil dólares mensuales. El lugar no cuenta con vigilancia especial, más allá de un guardia de seguridad privada. De hecho, la alberca elevada hasta la altura de un piso da directamente al Malecón y es posible verla desde la calle, con todo y camastros.
Los servicios de inteligencia del Estado mexicano, en conjunto con los de Estados Unidos (en particular de la DEA), detectaron que el objetivo pernoctaba ahí desde dos días antes. Que estaba en el cuarto piso, en el apartamento 401.
De acuerdo con Milenio, los marinos ingresaron al lugar. Un vigilante del narco más buscado por México y Estados Unidos fue sometido en la planta baja. Dormitaba. Más tarde se supo que se llama Carlos Manuel Hoo Ramírez.
Los marinos, tensos, subieron silenciosamente por el elevador y las escaleras. Abrieron la puerta de madera con fuerza, pero sin estruendo. La cerradura quedó rota. Se desplazaron hasta las habitaciones. En una estaba tumbado en la cama un hombre de bigote con una camiseta roja tipo Polo.
Reaccionó tarde. Forcejeó. Intentó tomar uno de sus objetos más preciados que reposaba en una pared, pero no fue posible. El señor del cuerno de chivo junto a la cama no lo alcanzó a tomar. Tiró manotazos, patadas y se llevó cuatro golpes: en el pómulo izquierdo, en el derecho, debajo de la ceja derecha y en la frente del mismo lado. La playera quedó rota en los jaloneos. Tenía los ojos inyectados de adrenalina. El rostro con expresión anonadada. Estaba derrotado.
A las 6:40 Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, ‘El Chapo’, fue detenido por marinos. Lo bajaron rápidamente a la planta baja, entraron al estacionamiento, le tomaron fotos junto a un coche deportivo blanco, lo introdujeron en una Cheyenne doble cabina (con matrícula 410059 de la Marina) y lo subieron a un helicóptero. Luego lo cambiaron al avión que lo trasladó a la Ciudad de México.
En el lugar quedó tirada la ropa del hombre: unos jeans Levi’s y unos zapatos rojos, además de comida chatarra, huevos, una olla con frijoles y botellas de agua. También algunos medicamentos para males gastrointestinales, tristes posesiones para quien algún día fue considerado uno de los hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes. La otra habitación estaba llena de ropa y artículos femeninos.
El enemigo público número uno de Chicago, de la Chicago Crime Commission, cayó 13 años después de su fuga de Puente Grande, Jalisco. Horas después fue presentado ante los medios de comunicación. Llevaba pantalón negro y camisa blanca. Se le habían desvanecido los magullones mañaneros.
Decenas de lugareños se tomaron fotos frente al edificio Miramar, el sitio donde fue detenido el hombre que valía 5 millones de dólares para el gobierno de Estados Unidos y 30 millones de pesos para el mexicano. El Chapo Guzmán, el hombre del cuerno de chivo junto a la cama, el arma que no pudo alcanzar cuando los marinos lo sometieron.
PARAN AEROPUERTO
El 12 y 13 de febrero fueron detenidos cinco operadores de Ismael El Mayo Zambada, tres de ellos en la sindicatura de Costa Rica y dos más en Quilá, en el sur de Culiacán. En tanto, el jueves pasado fue detenido Jesús González Peña, El 20, jefe de seguridad personal de este capo.
Tras la captura de ‘El Chapo Guzmán’, Mazatlán se mantuvo en calma. Contrario a lo esperado, no hubo operativos vistosos ni patrullajes especiales. Tampoco se tiene conocimiento de que se haya aplicado algún blindaje de seguridad en el puerto.
Sin embargo, el aeropuerto de Mazatlán perdió por algunas horas su habitual calma, debido a que el operativo de traslado del capo incluyó bloqueo de carreteras y suspensión temporal de vuelos.
Los vecinos de los condominios Miramar nunca supieron quién rentaba la habitación; sólo veían entrar y salir personas con sigilo.