Balazos en el pie
La detención de Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, sin duda es uno de los golpes más sonados de los últimos años en contra de los grupos delictivos que operan en México, luego de su fuga en los tiempo de Vicente Fox, este narcotraficante era un símbolo de la impunidad, la injusticia, la corrupción y la ineficiencia de las autoridades en materia de seguridad.
Las suspicacias acerca de la protección de personas ligadas a los cuerpos de seguridad, local, estatal y federal pueden parecer ficticias, pero -como dicen en mi pueblo- “la burra no era arisca, la hicieron”. Por tanto la población no podía creer cómo una de las personas más famosa y ricas del mundo de las drogas podía andar suelto, con la tecnología que hoy en día se tiene.
La burla más grande la propinaba cada año la revista Fortune quien lo ponía en su lista entre los más ricos y poderosos a pesar del ilícito proceder de su dinero. En los últimos años, El Chapo evadió de manera inverosímil a las autoridades mexicanas y estadounidenses, varios personajes aseguraban su paso por diversos estados del país, pero la autoridad hacía caso omiso del tema.
Si bien los panegíricos de Enrique Peña Nieto andan como pavo reales presumiendo la detención del capo, La Mayoría Silenciosa sabe bien que esto no termina con el problema de raíz, ni disminuye en lo más mínimo el consumo ni el trasiego de droga. Hace falta mucho más para terminar con ese flagelo llamado narcotráfico.
Los que tenemos más de tres décadas ya vivimos esta historia no una sino varias veces, quien no recuerda los tiempos aquellos de la detención de “Don Neto”, “Caro Quintero”, Osiel Cárdenas, “La Barbie”, “El Contador”, “El JJ”; la muerte de “Nacho Coronel”, Beltrán Leyva y la supuesta muerte de Amado Carrillo, apodado “El Señor de los Cielos”; y cientos y cientos de ejemplos que no cabrían en este espacio.
Todas esas detenciones o muertes no disminuyeron en lo más mínimo la actividad del narcotráfico, al contrario aumentó, y cada vez que cayó un capo de esta naturaleza, vino otro con mayor capacidad económica e inteligencia para expandir las redes de distribución y corromper aún más a las autoridades encargadas de buscarlos para encarcelarlos.
Lo peor del caso es que en sólo en unas décadas, México dejó de ser sólo un paso de drogas para ser un país de consumidores activos, además las drogas sintéticas inundaron las calles del país mientras la mariguana que ahora pugnan por legalizar paso a penúltimo lugar, después de los solventes.
Ahora lo que se espera es el derramamiento de sangre entre los hijos y los lugartenientes de El Chapo para quedarse con el control del Cártel de Sinaloa, las calles esperan una guerra entre los mismos integrantes de su grupo y, no se diga con los grupos contrarios para ganar territorio aprovechando la debilidad del cártel.
Si en verdad los gobiernos estatales y el federal quieren disminuir de manera drástica los índices de narcotráfico, primero tiene que empezar por atacar el esquema financiero de los grupos delictivos -en lugar de enfocar sus baterías contra los ciudadanos por medio de Hacienda- y después deben terminar con la corrupción que impera en sus filas, lo cual, se antoja fácil al checar la manifestación de bienes de todos sus elementos y espiar movimientos inusitados de dinero en sus cuentas.
Pero si además quieren prevenir avanzar de manera decidida, sólo es cuestión de brindar educación, cultura, oportunidades, empleos y buenos salarios a La Mayoría Silenciosa. Ya sé que muchos soltaron la carcajada cuando leyeron esto último, pero no hay otra manera de terminar con tanto narcotráfico. Pero si saben otra, espero sus comentarios.