Balazos en el pie
“El efecto Tuta”… y la paranoia de los videos
De alto impacto resulta el video del momento en que un comando criminal secuestra al diputado federal Gabriel Gómez Michel en el Periférico de Guadalajara, para después asesinarlo junto a su asistente y operador político, Heriberto Núñez Ramos.
Invaluable resulta el testimonio gráfico para la investigación iniciada por la Fiscalía General de Jalisco, seguida por la Procuraduría de Zacatecas y atraída –unas cuantas horas después del crimen– por la Procuraduría General de la República.
Lo mostrado no deja lugar a la imaginación. Registrado queda el profesionalismo del comando criminal que cometió atentado contra el legislador y su asistente; el uso de seis vehículos perfectamente coordinados para inmovilizar y apoderarse de la camioneta; la impunidad del secuestro, y la huida rauda del convoy rumbo a la carretera a Saltillo, vía Zacatecas.
Pero la claridad del video-momento contrasta con las historias que se pueden tejer sobre su origen. Tan pronto como se dio a conocer, circuló la versión de que se trataba de una grabación preparada, tomada desde un puente peatonal, con toda la intención de mostrar el músculo del crimen organizado. Incluso se dijo que una mujer fue la responsable de operar la cámara, quien después habría difundido el contenido con el claro objetivo de mandar un “mensaje”, en beneficio del Cártel Nueva Generación, identificado por la Fiscalía de Jalisco como el autor del crimen.
La verdad es otra. El video fue captado por una de las mil cámaras de seguridad operadas por la fiscalía jalisciense y “subido” a YouTube por las propias autoridades, para mostrar públicamente el avance de las investigaciones… y evitar la amenaza de rumores y ruidos para ensuciar la credibilidad del afán oficial. Queriendo o no, aquellos que inventaron la tesis del narco-mensaje encontraron en la opinión pública terreno fértil para sembrar la sospecha, la cual, por cierto, ha sido aprovechada por otros delincuentes, presos y no, para intentar extorsiones telefónicas ostentándose como miembros del grupo ejecutor del crimen contra el legislador y su ayudante… a río revuelto.
No es extraño que muchos crean el cuento. Somos rehenes del uso del video como arma letal para generar impresiones perversas en la opinión pública. Una semana sí, y otra también, encontramos imágenes de figuras públicas envueltas en escándalos. Políticos, periodistas, actores… nadie está a salvo del Big Brother criminal; tampoco la sociedad.
A lo ocurrido con la exhibición del video de Guadalajara, podríamos llamarle “El efecto Tuta”.
El prófugo Servando Gómez Martínez, no sólo es el más buscado por sus crímenes, también es responsable de haber generado vergüenza y miedo, gracias a la manipulación de sus “mensajes” con la ayuda de las redes sociales y los medios de comunicación.
Desde los tiempos del “señor de las ligas”, el uso recurrente del registro en video de reuniones inconfesables nos ha predispuesto. Vivimos en la paranoia mediática; nada se graba por accidente; nada se difunde sin una intención perversa.
El video-momento de Guadalajara deja una moraleja: no nos confundamos. Ni todo lo que brilla es oro ni todo lo que se difunde tiene “la marca del Zorro”.
BORREGAZO: A estas horas, otra mosca zumba en el oído del fiscal jalisciense. Gabriel Gómez Michel compró la camioneta Suburban azul con placas JGH8935 en la cual fue secuestrado y asesinado, hace siete meses. Se la vendió su compañero de bancada Marco Barba Mariscal, hijo de Alberto Barba –líder de la CROC– y hermano de Alfredo Barba Jr., alcalde de Tlaquepaque, municipio donde inició el crimen. Surge la hipótesis de que los secuestradores asesinos pudieron haberse confundido de diputado. ¿Así como hace 23 años los Arellano Félix confundieron al Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo con El Chapo Guzmán? Sin remedio, el primer crimen político del sexenio peñanietista, también recuerda la muerte de José Francisco Ruiz Massieu, ocurrida el 28 de septiembre de hace 20 años…
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