Libros de ayer y hoy
Un día después del 26 de septiembre nos enteramos que fueron asesinadas seis personas en Iguala, Guerrero, tres de ellas estudiantes de la escuela Normal rural de Ayotzinapa y las tres restantes deportistas miembros de un equipo de futbol. La información comenzó a fluir a lo largo de las horas siguientes y lo que era ya una lamentable tragedia, comenzó a tomar tintes de un capítulo de horror.
Lo primero que nos enteramos después de la muerte de estas seis personas fue que, además, había varios heridos. Posteriormente, comenzaron a circular versiones que implicaban a policías municipales de Iguala en el asesinato y ataque a estudiantes y deportistas. Después de esto, vino una cascada de información que ha configurado una de las peores tragedias que ha vivido nuestro país.
Además de los seis jóvenes muertos y de los más de 20 heridos, nos enteramos que 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que se encontraban desaparecidos. De acuerdo a las versiones de los sobrevivientes, estos 43 jóvenes habrían sido retirados del lugar por los policías municipales de Iguala.
Al día de hoy, lo que se sabe es que en las cercanías de Iguala se encontraron seis fosas con 28 cuerpos calcinados, se llegó ahí por las declaraciones de algunas de las víctimas sobrevivientes y de algunos policías de Iguala que fueron detenidos el 29 de septiembre. Las investigaciones apuntan como responsable de la masacre al todavía alcalde de Iguala, José Luis Abarca, quien se encuentra actualmente prófugo.
Mientras tanto, los jóvenes se encuentran desaparecidos y los investigadores forenses están ya trabajando para la identificación de los cuerpos encontrados en las fosas. El caso, como ya lo han reconocido algunas autoridades y propios testigos del levantamiento de los jóvenes, es que en esas fosas se encuentra una terrible verdad.
Este capítulo ha cimbrado muy fuerte al país, hay un sentimiento de consternación ante el hecho y las manifestaciones de la sociedad civil no se han hecho esperar. Asimismo, gobiernos de muchos países han manifestado su condena ante tal hecho y han exigido al Estado Mexicano se investigue con transparencia y celeridad el hecho, así como se castigue a los culpables materiales e intelectuales.
Lo sucedido en Ayotzinapa es resultado de lo que ha venido sucediendo de manera sistemática en el país en los últimos años, las instituciones públicas han caído en manos de los delincuentes. Muchas de las instituciones de gobierno, de prevención y de administración de justicia no están llevando a cabo los fines democráticos que justifican su existencia, más bien han sido cooptadas por el crimen y están operando de manera impune en contra de las libertades democráticas y de la ciudadanía misma.
Esa es la realidad, no se puede negar. Lo peor que podemos hacer como sociedad es cerrar los ojos y hacer como si no pasara nada. Por ello, vale recordar la frase de Hannah Arendt: “El poder y la violencia son opuestos; donde uno norma absolutamente, el otro está ausente”.
Finalmente, es importante destacar la necesidad de que toda la sociedad manifestemos nuestra solidaridad y apoyo a las familias afectadas por este deplorable acontecimiento y, asimismo, condenar todo acto de violencia en nuestro país.