Balazos en el pie
“Estos celos me hacen daño me enloquecen, jamás aprenderé a vivir sin tí”, este párrafo de la famosa canción interpretada por nuestro querido “Chente Fernández”, retrata a la perfección el comportamiento de la persona que sufre celotipia (celos fuera de control). Pero ¿sentir celos es normal o anormal?
Dice el diccionario que los celos son un sentimiento que experimenta una persona cuando sospecha que la persona amada siente amor o cariño por otra, o cuando siente que la otra persona prefiere a una tercera en lugar de ella.
Vayamos por partes, sentir celos es normal, díganme ¿quién de ustedes no los ha experimentado en algún momento de la vida, ya sea con el cariño de papá, mamá, algún hermano, un amigo o aquellos que se presentan en una relación de pareja?
Hasta aquí todo va bien, pero ¿qué sucede cuando los celos se convierten en algo tan molesto y cotidiano que llevan a las personas a un comportamiento obsesivo e irracional, que en determinado momento lo pueden orillar a cometer algún delito o bien pueden propiciar en la otra persona (la celada), un sentimiento de inseguridad y fastidio por esa relación?
Al respecto, el Manual Diagnóstico y Estadístico de enfermedades Mentales número IV (DSM-IV por sus siglas en inglés) describe a la celotipia como un subtipo de un trastorno delirante, presentando ideas que no tienen un fundamento sustentable y que afectan a la persona que las presenta en todas las áreas de su vida.
Por tanto, si la aparición de los celos es consecuencia de la sospecha de una infidelidad, entonces lo mejor es encarar el asunto, claro que no es sencillo ni crean que tan tranquilamente la otra parte lo va a aceptar, pero si se actúa con inteligencia y en realidad está ocurriendo la infidelidad, es mejor tomar la decisión de terminar con alguna de las dos relaciones, ya que por muy hábil que se sienta la persona que está cometiendo la infidelidad, a la larga no sólo está engañando a su pareja, sino que también se está engañando a sí mismo y si eres la “víctima”, reconsidera la conveniencia de esa relación.
Ahora bien, si eres de las personas que no soportan la sola idea de que a tu pareja la pueda mirar nadie más que tú, te la pasas restringiendo su manera de vestir o arreglarse, inviertes gran parte de tu tiempo revisando sus cosas, te le apareces en cualquier lugar esperando “sorprenderlo” o “sorprenderla” in fraganti, estás al pendiente de las llamadas que hace y de las que recibe, etcétera, o te encuentras con una persona que te lo hace, entonces querido lector, es hora de acudir a un especialista, ya que vivir queriendo controlar a la otra persona o permitirle a alguien que lo haga contigo en lugar de disfrutar esa relación de pareja, es desde mi punto de vista una de las maneras más insanas de perderse una de las mejores cosas de la vida.
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