Balazos en el pie
No es preciso su origen, pero partamos de 1919 con la fundación del Partido Comunista Mexicano, PCM, que con el emblema universal de la amarilla hoz y el martillo sobre el eterno fondo rojo, nació diez años antes que el Partido Nacional Revolucionario, el abuelo del actual PRI. Al igual que sus militantes y simpatizantes, vivieron años en la clandestinidad y la persecución, cuando el término «comunista» era satanizado (los comunistas se comen a los niños, les decían en las iglesias de los pueblitos).
Algunos cambiaron la palabra por otra con un tono más suave: «socialista». Fueron décadas de «lucha y opresión». Surgieron escisiones y nuevos emblemas, como históricos líderes de la talla de Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo y el Ingeniero Heberto Castillo Martínez (a quien en su adolescencia éste humilde «escribidor» tuvo el honor de conocer y tratar).
También surgieron partidos «paleros» que se decían de esa corriente, como el desaparecido Partido Socialista de los Trabajadores (PST) fundado en 1975 por Rafael Aguilar Talamantes. En 1948 el sindicalista intelectual Vicente Lombardo Toledano, fundador de la CTM hasta que fue echado de la misma por Fidel Velázquez, había fundado el Partido Popular Socialista, que con los años terminó siendo un «partido paraestatal del sistema» (como se decía en aquel entonces).
En los setenta, vino la «apertura democrática» y la reforma política de Luis Echeverría, con la que se pretendía sanar en lo electoral las heridas imborrables del 68 en Tlatelolco y del «halconazo» del 71, y con ello, más diputados «de partido», el antecedente de los famosos «pluri nominales» o diputados por el principio de representación proporcional que hoy tenemos (200) y que van a reducir a la mitad. Los verdaderos partidos de izquierda, cuando llegaban a participar en alguna elección, lo hacían casi sin recursos.
Para la década de los ochenta el PCM ya se había convertido en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) que siguió conservando la hoz y el martillo. De todos las izquierdas, éste era el más cercano a la desaparecida Unión Soviética. Un poco antes, Don Heberto Castillo Martínez había formado al Partido Mexicano de los Trabajadores , el PMT cuyo logotipo era un emblema azteca de dos manos unidas.
Mientras que en 1979, doña Rosario Ibarra de Piedra (quien fuera senadora en la anterior legislatura de 2006 a 2012) fundó el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT. Hubo muchos otros partidos y grupos, como la «Línea de Masas» o el «Movimiento al Socialismo» como también hubo Júniors que en su juventud simpatizaron con la izquierda, algunos de ellos hijos de ex gobernadores y caciques como Absalón Castellanos en Chiapas; hijos de ex secretarios de estado como Jorge G. Castañeda (ahora es el más «pro yankee» incluso más que los tecnócratas neoliberales) y los mismísimos hermanitos Carlos y Raúl Salinas de Gortari, cuyo tío, el científico Eli de Gortari, fue figura central en el movimiento estudiantil de 1968.
A mediados de la década de los ochenta, la confrontación no abierta entre políticos de la vieja guardia, los políticos de carrera, con ideología nacionalista e inspirada en la Revolución Mexicana de la cual se supone que, al menos en el discurso que por décadas manejó el priísmo, dio origen al PNR-PRM-PRI, sostuvieron con los jóvenes tecnócratas neoliberales formados en universidades norteamericanas como Harvard, Yale y el MIT, que llegaron directamente a ocupar la titularidad de las secretarías de estado que conducían la economía del país, principalmente la desaparecida Secretaría de Programación y Prepuesto, para posteriormente «brincar» a la Presidencia de la República sin ninguna carrera política y sin haber ocupado antes un cargo de elección popular, de hecho, fue el villano del 68, Gustavo Díaz Ordaz, el último presidente de los priistas en haber ocupado antes un cargo de elección, pues fue Gobernador de Puebla.
De esa lucha hubo un movimiento de priistas que, apoyados por una parte de lo que fue después el desaparecido Frente Juvenil Revolucionario, apoyaban la candidatura presidencial de quien venía de ser el gobernador priista de Michoacán: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien era respaldado por connotados priistas como el ex líder nacional del tricolor, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, con quienes había conformado al interior del PRI la «Corriente Democratizadora» (CD), fueron prácticamente expulsados después de la XIII Asamblea Nacional, y ya afuera del Revolucionario Institucional, la CD recibió el apoyo de los «partidos paleros» PARM, PPS y PST que se transformó en el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN).
A ellos se sumó posteriormente el Partido Mexicano Socialista, PMS, que un años antes había surgido de la fusión del PSUM y PMT más otros partidos regionales. El PRT de doña Rosario Ibarra, había participado en esas negociaciones, pero hubo posturas ideológicas irreconciliables entre marxistas-leninistas y maoístas, así como la repartición de las candidaturas. Finalmente para 1988 el PRT presenta a Ibarra de Piedra como su candidata presidencial por segunda ocasión (ya bahía sido en 1982) mientras que el PMS iría con el Ingeniero Heberto Castillo, y digo iría porque meses antes de la elección, Castillo Martínez declinó a favor de Cuauhtemoc Cárdenas, por lo que ahora el hijo del «Tata» traía el apoyo de los ex priistas de la CD, de los parmistas, del PPS, del ferrocarril (PFCRN) y del PMS y otras fuerzas regionales que juntos conformaron el Frente Democrático Nacional (FDN).
Lo demás es historia bastante conocida: el fantasma del fraude y la caída del sistema del 6 de julio de 1988 que llevó a la Presidencia de la República a Carlos Salinas de Gortari. Y el país jamás volvió a ser el mismo. La izquierda tampoco.
Para 1989 el PARM, el PPS y el PFCRN se separan del FDN mientras que éste se termina de fusionar con el PMS y la CD. El 5 de mayo de ese mismo año, ante las «autoridades» electorales, el PMS cambia oficialmente de nombre por el de Partido de la Revolución Democrática, el PRD, «el partido que nació el 6 de julio» decía su slogan.
Su primer Presidente es el propio Cárdenas Solórzano. Vino la década de los noventa y el PRD vive una feroz campaña de hostigamiento de parte del salinismo en el poder, que incluía el linchamiento de la televisión que llegó al extremo de venderles spots y ya pagados no transmitírselos. Se le construyó una imagen negra, de «violentos» y se le negaron triunfos electorales como el de Michoacán con Cristobal Arias mientras al PAN que ya había pactado con Carlos Salinas, se le reconoce el triunfo en Baja California con Ernesto Ruffo. Fueron los años de las «concerta-cesiones». Vinieron también la salida de connotados fundadores como José Woldenberg, Gilberto Rincón Gallardo y Jorge G. Castañeda, entre otros. Después vendría la de Porfirio Muñoz Ledo.
Surge a inicios de los noventa el Partido del Trabajo (PT) con la sospecha del salinismo por el vínculo de Alberto Anaya con Raúl Salinas. Se creía que su misión era quitarle votos al partido del Sol Azteca. Sin embargo casi siempre ha hecho alianza con el partido negro y amarillo. El primer gobierno que gana el PRD y que le es reconocido, fue el de Cuauhtémoc Cárdenas en el DF en 1997. Salinas de Gortari ya no era el Presidente y había terminado su sexenio con la peor crisis política de la historia reciente, que incluyó la crisis económica de la que Salinas culpó a Ernesto Zedillo por los «errores de diciembre» y en lo político, los asesinatos políticos como el el Luis Donaldo Colosio.
Fue sin duda la época de oro del partido del Sol Azteca así como la llegada del nuevo milenio en la que Cuauhtémoc Cárdenas pierde por tercera vez consecutiva la Presidencia de la República, pero en el DF gana Andrés Manuel López Obrador (AMLO) alguien a quien el mismo Cárdenas Solórzano había impulsado como presidente nacional del PRD contra el ya finado Heberto Castillo y seis años después le ganaría la candidatura a su protector.
De 2000 a 2006 que fue Jefe de Gobierno, AMLO acaparó los medios sin costarle un solo peso y es el candidato presidencial en 2006, proceso al que llega con todas las encuestas a su favor. Vino entonces la mediática «guerra sucia» de la derecha y los poderes fácticos unidos bajo el lema de que López Obrador era «un peligro para México» y lo más sorprendente, por no decir sospechoso, es que el «Peje» prácticamente desaparece de la escena y no va al primer debate político de los candidatos presidenciales. Tarda muchísimo en contestar esa campaña negra pero además lo hace muy mal. Se ve tibio en el segundo debate y deja crecer al candidato de la derecha, Felipe Calderón, que trae el apoyo de los ya mencionados «poderes fácticos».
Se manipulan las encuestas y se impone por medio de un innegable fraude electoral Calderón Hinojosa mientras AMLO responde con un plantón en Paseo de la Reforma y una serie de movilizaciones que lejos de sumar apoyos de la ciudadanía, genera rechazo incluso hasta en quienes habían votado por él. De 2006 a 2012 el Peje recorre el país con sus «Asambleas Informativas» y nuevamente es candidato presidencial en 2012 y pierde ante el político más mediático de todos los tiempos, principalmente en la Televisón: Enrique Peña Nieto. Aún así, el margen de votos de Peña Nieto sobre López Obrador, no fue tan amplio como anticipaban las encuestas. Después se renueva en un par de ocasiones la dirigencia nacional del PRD y López Obrador pierde el «control» del partido ante Jesús Ortega y Jesus Zambrano, «Los Chuchos».
Con una imagen desgastada renuncia al PRD y forma su Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA. Se lleva una parte no tan significativa, pero parte al fin, del PRD. Cuautémoc Cárdenas reaparece y se le señala como el posible Presidente Nacional del PRD a pesar de que el estatuto perredista de ese entonces se lo prohibía. Deja ver la posibilidad de serlo si hay consenso, y lo hay por parte de casi todas las corrientes denominadas «tribus», menos por una: Los Chuchos que ahora imponen al ex senador Carlos Navarrete. Cuauhtémoc Cárdenas renuncia al partido que él fundó. Andrés Manuel López Obrador consolida su Morena no en torno a una ideología o proyecto de nación, sino en torno a su persona. Él es «el cambio verdadero». Podría decir «la democracia soy yo» o «el pueblo soy yo», de ahí el apelativo que a la perfección le acuñó Enrique Krauze: «El Mesías Tropical». Y logra lo que su «villano favorito» al que él llama «el innombrable», no pudo en los 90: dividir y debilitar al PRD.
Casi todos sus últimos gobernadores no vienen de la histórica izquierda, sino del mismo PRI al cual renunciaron cuando no los hicieron candidatos. Y lo peor es que en otros casos, se unieron al PAN, por lo que no tienen nada de perredistas, y de izquierdistas menos.
El priísmo de Enrique Peña Nieto se propone arrebatarle la «Joya de la Corona» que es el DF. De ahí la campaña de Joaquín López – Dóriga en contra del perredismo, de los «chuchos» en lo general, y de los jefes delegacionales perredistas del DF en lo particular. Pero más efectivo que el moderno «opio del pueblo» que es la Tv es el mismísimo AMLO que propondrá candidatos en las delegaciones contra el PRD, y uno de esos casos será Ricardo Monreal. Y mientras, más perredistas abandonan al Sol Azteca. El PT y Movimiento Ciudadano (el último partido de izquierda nacido en 1999 como Convergencia) tendrán que decidir si se alían con Morena o PRD para conservar su registro.
La izquierda ya no es es la misma que por décadas luchó incluso en la clandestinidad, que fue perseguida y encarcelada. Que iba a una elección con sus propios bolsillos, que sufrió asesinatos de sus militantes. Ahora también le toca uno que otro espacio de poder. Unida llegó a ser la segunda fuerza, pero una vez que logre dividirla Andrés Manuel López Obrador, le hace el juego a sucio a los poderes fácticos que dice compartir, a «la mafia del poder», haciéndoles realidad su sueño dorado de imponer un bipartidismo PRI – PAN, que en los hechos así han funcionado, de la mano aprobando todas las «reformas estructurales» desde Carlos Salinas hasta Enrique Peña.
Siempre será sano un contra peso. Pero parece que la izquierda por su propia naturaleza tiende a auto destruirse. Pero este país la necesita. No a esa izquierda de la hoz y el martillo, sino a la que hace de los programas asistenciales y políticas públicas de beneficio social colectivo con tintes nacionalistas una forma de gobierno.
Hasta la próxima.
Comentarios y mentadas: [email protected]
Nota personal. Éste humilde «escribidor» confiesa que nació políticamente en el FJR del PRI, partido en el que milita desde 1990, pero tuvo en su adolescencia una formación de izquierda…