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La Política Mexiquense
Hay quienes erróneamente afirman que Enrique Peña Nieto nunca ha perdido una elección, ni como candidato, ni como gobernador ni como Presidente de la República. Vayamos por partes.
Hasta antes de 1999, año en que empezó el sexenio de Arturo Montiel Rojas, Enrique Peña Nieto no era un personaje público, y menos famoso, ni siquiera entre la llamada clase política priista. En la campaña de su predecesor no ocupó una coordinación, si acaso fue el segundo de a bordo en el manejo financiero de dicha actividad proselitista, cuyo titular era Carlos Rello. Al iniciar la administración montielista, tampoco fue titular de alguna secretaría o dirección. Fue secretario particular del entonces secretario de Desarrollo Económico, Rello Lara. Posteriormente, Montiel Rojas lo nombró secretario de Administración del Gobierno del Estado y en 2003, lo designa candidato a diputado local en el distrito de Atlacomulco. Aquí tuvo el primer “pero”, pues quien presidía al PRI estatal era el también atlacomulquense Isidro Pastor, quien ya preparaba el camino en sus aspiraciones por la gubernatura del 2005 y no vio con agrado esa designación del “primer priísta” e impulsó a quien un año antes había impuesto en la dirigencia del Frente Juvenil Revolucionario, el FJR (ahora rebautizado como Red Jóvenes por México) a un joven de nombre Gustavo Mendoza, casualmente también de Atlacomulco, para que se registrara en el proceso interno de selección de candidatos. Mendoza Figuera tuvo que ser “desactivado” en sus aspiraciones. De esta manera, Peña Nieto al ganar la diputación de un distrito que siempre ha sido priísta, cumplía con el estatuto del PRI que exigía haber tenido antes un cargo de elección popular para poder ser candidato a gobernador o a Presidente de la República, los famosos “candados” que el propio Enrique Peña quitó en la más reciente Asamblea Nacional priísta.
Una vez instalado en la curul, Montiel lo designa coordinador del Grupo Parlamentario del PRI y correspondió al dirigente tricolor Pastor Medrano presentarlo ante los medios de comunicación, y no faltaron los “puyazos” en esa conferencia de prensa, lo cual dejaba en claro que la relación entre ambos atlacomulquenses no era la mejor. Duró menos de dos años como diputado por que a finales de 2004 solicitó licencia para participar en el proceso interno para definir al candidato a la gubernatura. De todos los participantes, era el segundo que menos trayectoria tenía, solo superaba al empresario Carlos Hank Rhon, hijo del máximo representante del priísmo mexiquense y prototipo del político priísta mexicano de los años 70: Carlos Hank González. Su hijo ahora tenía el apoyo del líder nacional del PRI en ese año, Roberto Madrazo Pintado, quien le ganaría la candidatura presidencial a Arturo Montiel un año después.
En ese nada fácil proceso, Peña Nieto tenía dos frentes en contra: la rebelión de Isidro Pastor que meses antes había iniciado en contra de Montiel Rojas, lo que se hizo evidente en un mitin que se impidió a golpes en Ecatepec, siendo alcalde el ahora gobernador Eruviel Ávila; y la creciente proyección incluso a nivel nacional de Carlos Hank. El resto de los aspirantes eran de mero relleno. Al final, Montiel Rojas logró que Enrique Peña Nieto fuera el candidato a sucederlo y Pastor Medrano fue expulsado, no del partido, sino del proceso interno, pero se fue a crear una asociación llamada “La Pastormanía” y era apoyado por varios priístas, entre ellos el ahora Secretario General de Gobierno José Manzur Quiroga; el actual Secretario de Desarrollo Social, Arturo Osornio Sánchez, ambos en el gabinete de Ávila Villegas; el ex diputado y dos veces ex alcalde de Coacalco, David Sánchez Isidoro; la ex lideresa magisterial Trinidad Franco Arpero; el diputado federal José Rangel Espinoza (quien por lo único que ha trascendido en esta legislatura es por el uso de vehículos de lujo sin placas de circulación, usando “charolas” de la Cámara de Diputados), entre otros. Días después, Pastor Medrano, de la mano de la maestra “Triny”, se fue a apoyar al candidato del PAN Rubén Mendoza Ayala, que inició con alta puntuación en las encuestas, al tiempo que acusaba al “sobrino de Montiel” de haber rebasado el tope de campaña. No fue hasta un vergonzoso escándalo que Mendoza Ayala, en aparente estado de ebriedad, protagonizó despojando de pelotas de plástico una camioneta del PRI que estaba estacionada frente a un mitin del panista. Luego vinieron las mentiras como aquella que no había asistido a un evento por haber estado en Los Pinos con el entonces Presidente Vicente Fox, quien de inmediato lo desmintió y la pésima estrategia que hacía alusión a su fealdad contra la condición de “guapo” de Peña Nieto. Su participación en los debates ante estudiantes fue desastrosa. Y de esos golpes ya no se repuso. Enrique Peña punteó en todos los estudios de opinión y hasta la candidata de la izquierda, Yeidckol Polevnsky, levantó en las preferencias mientras el de Tlalnepantla continuaba en caída libre. Enrique Peña Nieto ganó la elección mientras Mendoza Ayala tuvo prácticamente un “empate técnico” con Polevnsky Gurwitz. Un gran triunfo para Peña Nieto.
Sin embargo, la primera gran derrota de Enrique Peña fueron las elecciones de 2006, en la que el PRI quedó en tercer lugar, como nunca en su historia, ni siquiera en la elección de 1988 en la que Carlos Salinas de Gortari perdió en el Estado de México ante Cuauhtémoc Cárdenas (para muchos el verdadero ganador de esa elección) lo que le costó el cargo al gobernador Mario Ramón Beteta. En esta ocasión, Peña Nieto no solo perdió los municipios más grandes e importantes y la mayoría de las diputaciones locales y federales, sino las mismísimas senadurías, pues por primera vez en toda su historia, el PRI estatal no tuvo senador en la LX Legislatura, pues sus candidatos Jaime Vázquez Castillo y Rebeca Godínez quedaron en tercer lugar, superados por la dupla perredista Yeidckol Polevnsky – Héctor Bautista y hasta por el PAN, entrando Ulises Ramírez como senador de primera minoría. Por cierto, el Presidente del Comité Directivo Estatal en ese fatídico 2006 era Eruviel Ávila Villegas.
Para la elección intermedia de 2009, Enrique Peña ya estaba bastante bien posicionado a nivel nacional gracias a la millonaria “inversión” con recursos públicos en Televisa. Fue el mejor año de su sexenio, pues teniendo a Ricardo Aguilar Castillo en la presidencia del PRI mexiquense, recuperó el “corredor azul” y el “eje amarillo” en el Valle de México y el oriente mexiquense, así como la capital del estado que llevaba nueve años gobernada por el PAN. Se llevó casi todos los distritos locales y federales. Se fortaleció su imagen ante el priísmo nacional. Solo uno podía disputarle la candidatura por la Presidencia de la República, el líder senatorial Manlio Fabio Beltrones, quien en esa legislatura, varios senadores cercanos a él fueron gobernadores en sus respectivos estados.
Pero vino el proceso para elegir al candidato a gobernador. Previamente tuvo un fuerte inconveniente, que era la posible alianza PAN-PRD, y aunque para ese fin cambió la ley electoral vigente para afrontar la elección del 2009, la unión de la izquierda y la derecha le habría costado la gubernatura, y con ello su proyecto presidencial. Hizo todo lo posible e imposible para evitarlo, negociando hasta con el propio FeCal, aprobándole su paquete económico y hasta los tristemente célebres “gasolinazos” a cambio de que en el Estado de México no se uniera el PAN con el PRD, así lo confirmó después el ex
Secretario de Gobernación del “epurio”, Fernando Gómez Mont y el mismo Peña Nieto. Hasta Andrés Manuel López Obrador se auto desenmascaró al hacerle el trabajo sucio a Peña Nieto impidiendo esa alianza, fue cuando renunció al PRD según él en protesta por la posible unión del “agua y el aceite” pese a que las dirigencias de ambos partidos en la entidad habían realizado una consulta ciudadana y ganó con bastante margen el “sí”. Enrique Peña ganó esa batalla, pero no había terminado la guerra, pues al interior de su partido, él había habilitado como “candidateable” a su primo Alfredo del Mazo al hacerlo alcalde de Huixquilucan para que pudiera ser candidato a gobernador en 2011, de la misma manera en que Arturo Montiel hizo con él seis años antes. Solo que no contaba con la fuerza del Valle de México y el presidente municipal de Ecatepec por segunda ocasión, Eruviel Ávila Villegas, quien supuestamente había amagado con irse a la oposición y ser candidato del PRD o de una revivida alianza con PAN-PRD. Tuvo que ceder y se interpretó como su primera gran derrota al interior de su partido al no haber logrado imponer a Del Mazo Maza. Aun así, con el “operador estrella” Carlos Iriarte Mercado en la Secretaría de Organización del PRI estatal, desde donde se operó territorialmente la movilización, logró para Eruviel Ávila la cifra record de más de tres millones de votos, cifra que ni Peña Nieto logró en la elección presidencial de 2012. Esa noche, celebró en la residencia oficial de Paseo Colón esa victoria, porque fue suya.
La imagen de Peña Nieto creció tanto, que Manlio Fabio Beltrones, el gran ganador en la pasarela que resultó ser los foros nacionales de la Fundación Colosio, tuvo que aceptar dejar el camino libre a Enrique Peña para que fuera el candidato presidencial.
La campaña no fue tan fácil como se preveía, pues vinieron errores que afortunadamente su equipo de campaña supieron sacar a flote, como el de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara que no supo contestar cuáles habían sido los tres libros que habían marcado su vida, el uso del telepronter, frases como “no soy la señora de la casa” (utilizada en el reciente filme “La Dictadura Perfecta” de Luis Estrada) y el más crítico de todos, su participación en la Universidad Iberoamericana. Y el día de la elección, las tarjetas de Soriana y las de Mónex. Lo sorprendente fue que López Obrador tuvo mucho más votos y Peña Nieto un poco menos de lo que las encuestas establecieron no en meses, sino en años. Aun así, fue una victoria anunciada. Y mediáticamente trabajada durante seis años.
Ya como Presidente, Peña Nieto tuvo una oposición PAN-PRD relativamente cómoda, de ahí el llamado “Pacto por México” con el fin de aplanar el camino a las “reformas estructurales” que los poderes fácticos han pugnado en las tres últimas décadas y que el salinismo no alcanzó a cumplirles. En 2014 terminaron por aprobarse todas. Otra victoria para Peña Nieto, victoria empañada ese mismo año por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, caso con el que sí le han cargado la mano como si él o su partido fueran responsables. Por otra parte, los escándalos por las casas del Grupo Higa y San Román, la caída del precio del petróleo y la devaluación del peso mexicano ante el dólar, los gasolinazos y los pocos empleos mal pagados así como los beneficios de esas reformas que aún no se reflejan en el bolsillo de los mexicanos al menos pagando menos por la electricidad y el gas, como se había prometido, cuando sucede precisamente lo contrario, más la fuerte crítica que le ha hecho parte de la prensa internacional que antes lo elogió, llevan al Presidente de la República a sus más bajos niveles de aprobación en lo que va de su administración.
Así se llega a la elección del próximo 7 de junio, la intermedia. De manera cíclica, partido que gana la presidencia de la república, tres años después baja su votación, como también baja la participación ciudadana en las urnas. Y con la designación de candidatos “chapulines” “juniors” o ambos casos, veremos si el Presidente Enrique Peña Nieto vuelve a ganar como las tres únicas veces que ha ido a una elección: 2003 en Atlacomulco, 2005 en el Estado de México y 2012 en el país.
Pero de que ha perdido, sí ha perdido…
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