Balazos en el pie
EL DULCE TORMENTO DE SABER ESPERAR
Dicen por ahí que si quieres que pase el tiempo rápido firmes un pagaré. O si eres más joven y estás en la escuela, me darás la razón cuando te pregunte ¿qué tan rápido llegan las fechas de los exámenes o de entrega de trabajos?, ¡pero si parece que apenas comenzó el semestre! O esta otra tienes una reunión o fiesta importante dentro de tres meses.
Deseas ponerte ese vestido lindo, pero debes bajar de peso para verte espectacular. Por alguna extraña razón cada día postergas el comienzo de la dieta y cuando menos esperas ¡oh sorpresa!, sólo faltan dos días para el evento y obvio no has bajado ni un gramo.
Pero qué tal cuando se trata de esperar la llegada de alguien importante, el resultado de un examen, un diagnóstico médico, o el tiempo que tarda en decidirse la chica que tanto te gusta, sí, esa a la que al fin te atreviste a decirle que te mueres por ella y que deseas pasar la vida entera a su lado y la muy ingrata te dijo que lo pensaría.
O la eternidad que te parece que dura el último semestre de la carrera, aun cuando te apasiona y era lo que querías estudiar. Pensar en que ya quieres trabajar hace que percibas más lento el pasar del tiempo y entonces te pierdes de disfrutar de esa última etapa que nunca va a regresar.
¿Qué pasa?, ¿por qué todo lo que deseamos con el alma nos parece que tarda más en llegar, que aquello que no queremos? Y no sólo eso, sufrimos la espera y cuando llega al fin el momento sentimos que no era lo que esperábamos.
Al respecto, el Psiquiatra José Luis Días, dice que la velocidad del tiempo en la mente está directamente relacionada a factores como la edad, la temperatura, la frecuencia cardiaca, el estrés, la atención, el deseo colmado o frustrado, el peligro, la espera o el sueño.
Es decir; el estado emocional en el que nos encontremos cuando estamos a la espera de algo, será fundamental para que éste nos haga percibir que el tiempo vuela o apenas se mueve.
Así que, sólo en caso de que tu vida estuviera en peligro, se justificaría un comportamiento impulsivo e inmaduro producto de la irreflexión. El resto de las cosas importantes requieren de un proceso de maduración y atención para que estén listas.
Además, ¿cuántas veces por estar distraído pensando en que llegue la fecha que tanto ansías, te has perdido de disfrutar todo lo que pasa a tu alrededor durante ese proceso de espera?
Saber esperar tiene sus ventajas y resultar más que un tormento la oportunidad de reflexionar sobre tu decisión por lo que esperas, o bien te permitirá corregir o perfeccionar en el camino cada detalle para que al final lo que obtengas esté logrado con el mejor de tus esfuerzos.
Me despido con esta reflexión que alguien muy querido me compartió y me encantó: “El milagro del pan que llega a tu mesa no sería posible sin el largo proceso que la semilla tiene que esperar”
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