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APRENDER A DAR Y RECIBIR
Una de las quejas más recurrentes de los seres humanos es que a veces se cansan de dar sin recibir, pero ¿no es eso lo que nos enseñaron a muchos? Frases como: Haz el bien sin mirar a quien, dar sin esperar nada a cambio, lo importante es ayudar, etc. En resumidas cuentas es la misma idea, sin embargo no siempre tiene utilidad hacerlo.
Vayamos por partes, dar es uno de los valores más grandes pues en ello lleva implícita la generosidad, el amor, el compartir, la solidaridad, etc. hasta ahí vamos muy bien, pero ¿qué sucede cuando algunas personas se acostumbran a dar y peor aún algunas otras a sólo recibir?, ¿es que no está bien dar, o cómo saber si está bien dar?, ¿cómo saber si debo o no esperar algo?
Hablemos primero del dar, es importante saber que las personas somos seres de necesidades, es decir; todo el tiempo estaremos necesitando algo, desde cosas básicas como respirar, comer, etc, como amor, apoyo, compañía, estudios, paseos, etc.
De todas las necesidades habrá algunas que nos proporcionamos nosotros mismos, otras serán con la ayuda de algo o alguien más y es justo este punto en donde comienzan los conflictos. Porque las personas que están acostumbradas a dar, cuando toman consciencia de que sólo han dado, muchas veces se sienten vacías, que no son tomadas en cuenta, son aquellas a las que les cuesta trabajo decir no y poner límites a los demás.
Si son mamás, prácticamente se olvidan de ellas mismas para convertirse en una máquina de deseos para sus hijos y para su pareja. Son aquellas personas que creen que eso es el verdadero amor. Sin darse cuenta que en realidad están intentando ser todo lo que los demás quieren o les piden, incluso algunas de estas personas han llegado a perder mucho o todo porque han quedado convencidas de que “sólo ellas pueden resolverle la vida a los demás”.
Por otro lado están las personas que sólo piden y reciben, son aquellas que están tan acostumbradas a que siempre hay alguien para que les resuelva o les dé, que no han aprendido a mirar a los demás. Son personas que regularmente tuvieron o tienen uno de los padres o los dos a su servicio, por tanto nunca aprendieron a dar nada, a veces ni cariño.
En algunos de estos casos hay personas que comienzan a elevar el nivel de exigencia hacia aquél o aquellos que siempre les han dado y que una vez que no reciben, comienzan un chantaje hacia su eterno proveedor, llegando incluso a agredir a quien o quienes por alguna razón ya no pueden darle.
Ahora bien, una vez que sabemos cómo es que se construye esta idea de dar y recibir, cuando se llega a la etapa adulta las personas continúan estos mismos patrones aprendidos.
El asunto es cuando se llega la hora de compartir la vida como pareja, imaginen cómo será de demandante la persona que sólo está acostumbrada a recibir y por el contrario, cómo creerá que debe actuar aquella otra que sólo ha aprendido a dar.
Dar sin esperar nada a cambio, es casi imposible, porque al dar siempre tenemos que recibir algo, incluso en casos en los que se cree que se da sin esperar nada como ayudar a las personas que consideramos más desvalidas o frágiles, aun así se recibe la sensación de placer que da ayudar.
Dar sin recibir nada a cambio, si se hace como una práctica común, es la mejor manera de no enseñar el propio valor a los otros y evitar que quien sólo recibe practique la generosidad.
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