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OAXACA, Oax. 3 de abril de 2017.- Aún recuerdo, como una película en mi memoria, la tarde del 3 de abril de 1969.
Yo apenas tenía 5 años pero, como todo momento impactante, ha sido un episodio imposible de arrancar de mi cabeza.
Regresábamos de Chilpancingo de la toma de posesión del entonces gobernador de Guerrero, Caritino Maldonado Pérez, con rumbo a la Ciudad de México.
En la parte delantera del Falcon rojo iban: el chofer, Rafael Vilchis (30 años); y sentado en la parte del copiloto mi padre, Álvaro Carrillo (49 años). Atrás veníamos: mi hermano Álvaro (7 años); mi mamá Anita Incháustegui (35 años); y yo (Mario de 5 años).
Cada uno de nosotros arropados por un brazo de mi madre; mi hermano a su izquierda y yo a su derecha.
Afortunadamente, mis hermanas, Ena Marisa y Gina (2 y 1 año, respectivamente), no hicieron el viaje con nosotros porque estaban muy pequeñas para tan larga travesía, así es que mi madre decidió dejarlas en casa de mi tía Zena Bracho, esposa de un medio hermano de mi mamá llamado Pedro Incháustegui, al cual le decíamos, cariñosamente, tío “Perico”.
Habíamos tenido algunas paradas que hicieron nuestro viaje más largo, pero menos rutinario.
Nos detuvimos a desayunar tamales, en un lugar impreciso para mí, por mi corta edad; ahí mi padre tuvo tiempo para cantarle a la gente que, al reconocerlo, le pidió algunas canciones que ya eran éxitos.
Recuerdo que en plena banqueta, mi padre, con guitarra en mano se sentó y entonó sus melodías más afortunadas, tres o cuatro de ellas antes de continuar con nuestro regreso a casa.
Álvaro Carrillo comenzaba a ser una celebridad, al que ya la gente podía reconocer gracias a su creciente popularidad.
Ejemplo de esto es que Frank Sinatra y Duke Ellington le acababan de grabar en Inglés la canción “Se te olvida” (mejor conocida como “La mentira”), es decir, “Yellow days” el cual es el título en su versión al idioma anglo.
Sin lugar a dudas, se encontraba en el mejor momento de su carrera artística.
Además, su vida en familia le daba la tranquilidad que requería como ser creativo. Pero, como decía mi abuela: “así se van los grandes”.
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