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HUIXQUILUCAN, Edomex, 7 de abril de 2017.-Juan Zepeda vino al «Castillo de la Pureza».
Sí, ese que fue fundado en 1964 por el líder de los Legionarios de Cristo: Marcial Maciel.
La Anáhuac fue concebida en sus orígenes como una pieza fundamental del proyecto educativo de la Congregación de Los Legionarios de Cristo.
El objetivo, y vaya la paradoja, era para elevar la condición humana y social de los hombres de México, mediante una información integral.
Y ahí, en el corazón de la misma, Juan Zepeda, el candidato de la izquierda, el católico, el hombre de fe, encaró a los alumnos.
Diálogo con ellos, les revelo su travesía «guliveresca» y su intentona por pasar a los Estados Unidos, donde terminó de cortador de fresas y lavaplatos.
Zepeda, el migrante hablo del espíritu humano y de la fortaleza, de liderazgos y compromisos sociales; de la solidaridad y el sacrificio.
Buen gesticulador, mejor actor, también les mantuvo al tanto de que armó una compañía de teatro y allende las fronteras, como medida de integración a jóvenes sin brújulas y perdidos en el feliz e ilusorio mundo de las drogas.
«Creo mucho en Dios, porque ha regido mi vida espiritual», declaró en la universidad católica.
Hombre de Estado, conocedor de las leyes, doctor en derecho, Zepeda se pasó por el arco del triunfo el laicismo del Estado Mexicano, la herencia juarista consagrada en el constituyente del 57 por el indio oaxaqueño.
«No importa que me sancionen», exclamó a los estudiantes.
Antepuso su fe, su catolicismo a la praxis política mexicana. La regla de oro de muchos políticos: al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Pero se vale. Al fin y al cabo, estamos en el umbral de la Semana Santa.
Sí, Zepeda fue a la casa de Marcial Maciel, el padre que si hubiese vivido en tiempos del oscurantismo hubiese sido quemado en leña verde por las atrocidades cometidas.
Maciel, hombre de alta influencia en el Vaticano, fue protegido por Juan Pablo Segundo, el Papa andante, el soldado polaco que sobrevivió al genocidio de la Segunda Guerra Mundial.
Sí, aquí estuvo Zepeda, en una de las instituciones educativas más sólidas del país, cuyo prestigio no tiene nada que ver con el desprestigio de su fundador.
Líder de uno de los movimientos católicos más revolucionados y novedosos no sólo fue un notorio pederasta y drogadicto, también tuvo hijo con varias mujeres.
Marcial Maciel murió en enero de 2008 en Cotija Michoacán, a la edad 90 años.
Ahora a esperar que la fe de Zepeda se traduzca en votos el 4 de junio, y no en su sepultura política.