Firma Sheinbaum decreto para fortalecer industria textil con aranceles
SULTEPEC, Edomex., 23 de mayo de 2017.- «Cambiarlo todo puede significar perderlo todo», es una de las frases de Alfredo del Mazo que se escuchó en un video reproducido en Sultepec, municipio del sur de la entidad, duramente olvidado y golpeado por la inseguridad y pobreza.
De todos los candidatos al gobierno del Estado de México en los que he estado, jamás había visto que una maquinaria funcionaria tan bien. Debe ser así, no por nada tienen 87 años gobernando esta entidad. Enrejado debidamente colocado, letreros de los municipios para que la gente de ahí se ubique, un impresionante despliegue de bocinas, vallas para que el candidato pase por ahí.
Banderas, pancartas, y toda esa faramalla de apoyo, que hace recordar cuando el primer priísta del país rendía su informe y se paseaba por Reforma al salir de la Cámara de Diputados. Esa es la maquinaria, la más perfecta electoralmente hablando, la que hace que cualquiera sea candidato y más aún, la que hace que gane. Así, todo en orden, todo «fuerte y con todo». Y no es para menos, se juegan la vida el 4 de junio.
Finalmente, arribó 45 minutos después de la hora señalada. Unos 10 mil lo esperaban: está con nosotros «nuestro amigo», Alfredo del Mazo, se escuchó, y él, «nuestro amigo», sonriente muy sonriente, le sale natural, sabe lo que hace y lo hace bien. Se toma selfies, él no toma los celulares y saca la foto como hace doce años su pariente en octavo grado, Peña Nieto, cuando candidato.
Una estudiante destacada llamada Diana presentó una radiografía del atraso y olvido de la región sureña, «nos lastima mucho», y dijo que confiaba en la «buena voluntad» de su candidato, porque él es el único que tiene experiencia para gobernar, según ella.
Un video se reprodujo en las dos pantallas gigantes, «nuestro amigo», se presentó y lamentó la inseguridad y violencia que vive el Estado de México. Corte y salió a cuadro Paola, la esposa de «nuestro amigo», quien dijo que lo que la conquistó de él fue «su gran corazón».
Desperdicia «nuestro amigo», en promedio dos minutos para agradecer a los liderazgos locales, otros dirían que les da su lugar. Finalmente es cortesía política, muy necesaria en campaña. Los siguientes cuatro minutos retoma la tesis, el diagnóstico previo y la refuerza, aunque dice que eso es cosa del pasado.
En el minuto 9 es interrumpido por tres porras. Volteo a la derecha y a unos cien metros, en las faldas de una loma y bajo un árbol se mira una doña, está prendiendo un fogón, la acompaña un hombre.
En el minuto 12 las mujeres gritan: Alfredo, Alfredo, Alfredo, cuando tocó el tema del Salario Rosa, su propuesta para dar un apoyo mensual a todas las amas de casa del Estado de México.
Sólo después de 14 minutos es cuando pide el voto. Otros lo hacen desde el principio, lo suplican en la entrada, desarrollo y cierre. «Nuestro amigo» lo hace después de esos 14 minutos. Él sabe lo que hace, pero cierra débil, algo que no se debe permitir a estas alturas del partido y por el partido.
El primer evento termina, y «nuestro amigo» dedicó una hora para saludar y tomarse fotos con todo el que lo pide. Faltan once días para el día «d», para el momento decisivo, el que decidirá la continuación de un régimen o la instauración de un apéndice de este, cobijado en la bandera de la izquierda populista, muy ganadora en Latinoamérica, muy de moda últimamente.
¿Recuerdan a la señora?, la que encendía un fogón.
-Sí.
Aprovechó para ir de día de campo.