
“Abro hilo” / Los distraídos
*Con sus más viejas y rancias prácticas antidemocráticas, el PRI pretende ganar -a cualquier precio- 2018
Sea una gran semana para ustedes, amig@s de Quadratín
Conforme nos acercamos a la elección presidencial de 2018, se vuelven más ominosas las señales. El más rancio autoritarismo del PRI parece decidido a quebrar nuestra languidecida democracia: buscará ganar a cualquier costo, pasando por encima de las instituciones y socavando cualquier principio de equidad y competencia política.
Las elecciones para gobernador en el Estado de México y en Coahuila fueron sólo el comienzo del despliegue de una estrategia política, financiera y electoral, desde muchos frentes, para doblegar a los partidos de oposición y garantizar el triunfo en la elección presidencial.
Los mexiquenses vimos en junio pasado el renacimiento de las prácticas más antidemocráticas, pertenecientes a épocas ya superadas: compra masiva de votos, brutal despilfarro en propaganda y movilización política, hostigamiento, compra y persecución de opositores. Sin escrúpulos, el PRI mexiquense echó mano de todos los recursos a su alcance para evitar la derrota cantada por el desastre social y económico que dejó el gobierno de Eruviel Ávila.
Los resultados en Edomex y Coahuila –donde el PRI también se impuso a sangre y fuego- le dieron oxígeno al partido de Enrique Peña y les llevaron a pensar que podían hacer lo mismo en la elección del año que viene.
Desde entonces, han desplegado numerosas estrategias para dividir a los opositores, quebrar las posibilidades de una alianza, socavar a las instituciones encargadas de velar por una contienda legal y democrática y, especialmente, echar mano de todo el arsenal de recursos públicos para torcer la voluntad de los electores.
En esa tesitura se inscribe el conflicto promovido desde el Senado de la República para dividir al PAN, que concluyó con la renuncia de Margarita Zavala a fin de dañar las posibilidades del Frente Amplio con que PAN, PRD y Movimiento Ciudadano buscan derrotar al autoritarismo.
En otro frente de batalla, aprovechando un momento de vacío en la procuración de justicia, el PRI promovió la remoción del titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) para quedarse con uno de los pocos instrumentos de ciudadanos y partidos que evitan las prácticas antidemocráticas.
Una señal más es la persecución legal en contra de líderes del Partido del Trabajo (PT) para evitar que estén en condiciones de aliarse y competir; al mismo tiempo, los priístas mandan a los opositores el mensaje de que lo mismo puede ocurrirnos.
En el despliegue de esa maquinaria para aplastar al adversario, el tricolor, convertido en Gobierno, se hizo de una bolsa de 50 mil millones de pesos destinados a la “reconstrucción” de las zonas afectadas por los sismos del pasado mes de septiembre: Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos, Ciudad y Estado de México, principalmente, aunque no son las únicas.
En una burla para los ciudadanos y en un gesto de absoluta demagogia, el PRI “renunció” a 250 millones de pesos del financiamiento público correspondiente a 2017 para acorralar a los partidos opositores (que tenemos menor presupuesto público y no disponemos de los recursos del gobierno) y obligarlos a renunciar también a sus prerrogativas.
La ecuación fue simple y desigual: el PRI como partido perdió 250 millones de pesos, pero el Gobierno del mismo partido ganó 50 mil millones para aplicar en 2018.
Para rematar, hace unos días el tricolor envió a Eruviel Ávila a su dirigencia en la Ciudad de México. Un enroque a todas luces destinado a movilizar el priísmo mexiquense en el bastión más grande que el PRD tiene en el país.
El ex gobernador cree que así se coloca en línea directa para convertirse en candidato de su partido a la Ciudad de México y/o ser el artífice de una elección tan sucia como la ocurrida hace unos meses en nuestro estado.
En conclusión, la misión priísta pareciera es ganar a cualquier costo sin importar que en el camino se pulverice nuestra endeble democracia.