Libros de ayer y hoy
Algo de la realidad parece que aún no se entiende bien: Anaya no puede ser el finalista en la contienda contra López Obrador porque es vulnerable y está tocado.
El único que puede competir contra el candidato de Morena es José Antonio Meade, porque no tiene cola que le pisen.
Anaya es vulnerable porque todo lo que se dice de la venta irregular de una nave industrial a una empresa fantasma que lavó dinero, es verdad.
Dicho en voz del PRI y con las imprudencias de la PRG, los señalamientos siempre van a dejar lugar a la duda.
Si por alguna razón Anaya se consolida en el segundo lugar para disputar la final a AMLO, el tema lo tomará el abanderado de Morena y lo hará talco.
Anaya compró una nave industrial en 10 millones de pesos, la vendió en 54, y le fue comprada por una empresa fantasma que se fondeó en paraísos fiscales.
Mintió al decir que se la vendió a un conocido arquitecto de Querétaro, pues éste se incorporó a la empresa Manhattan Master Plan Development un mes después de realizada la compra.
Anaya se la vendió al chofer de Manuel Barreiro, “dueño” de la empresa según la escritura pública que se ha dado conocer y no tiene desmentido alguno.
Y ahora nos enteramos, por el diario El País, que el notario que dio fe del cambio accionario presentó una demanda porque no reconocía su firma en documentos del caso.
Es decir, Anaya está en un chapoteadero y no puede ser el candidato de las fuerzas liberales y democráticas ante López Obrador porque el de Morena se lo va a comer vivo.
Nadie puede darse el lujo de tener ese expediente abierto ante la opinión pública y pretender ganarle al abanderado populista que ha hecho de la corrupción el tema central de la campaña.
Sólo con un candidato intachable se le puede competir. Y las encuestas nos dicen que la situación no está para caprichos.
Meade no tiene una sola mancha de corrupción o de negocios turbios con paraísos fiscales y choferes prestanombres de por medio, a pesar de haber sido secretario de estado en cinco ocasiones.
Ha estado donde hay y se encuentra limpio de polvo y paja.
Es él, y no Anaya, el que puede debatir con AMLO sobre corrupción.
¿Que no se entiende de que Anaya es vulnerable?
Absolutamente verdadero es que el PRI tiene unos casos dignos de la casa de los espantos, pero ninguno de ellos es candidato presidencial.
Lo mismo que Morena. Es cosa de revisar sus listas de candidatos a senadores y diputados para ver que también cuentan con una colección de miedo.
El punto; sin embargo, está en los candidatos. Y hasta la fecha nadie le ha comprobado un negocio a AMLO. Tampoco a Meade.
La elección de julio marcará para siempre a México: damos el paso adelante con la preservación de una economía liberal y democracia política con respeto a las minorías, o retrocedemos al estatismo asfixiante, las ocurrencias económicas y las restricciones al régimen de libertades.
Las cartas van a ser dos: López Obrador y el que salga fortalecido entre Anaya y Meade.
Si es Anaya, el triunfo de AMLO es inevitable por el voto útil del priismo hacia su viejo camarada populista, y sobre todo porque el abanderado del PAN-PRD-MC es frágil en lo personal y la maquinaria de propaganda lopezobradorista lo va a destrozar.
Meade no tiene flancos débiles en su trayectoria de funcionario público, y los ataques de López Obrador serán hacia representantes del PRI. Lo mismo hará Meade, y vaya que tendrá material con los especímenes de Morena.
López Obrador se va a quedar, por tercera ocasión, en la orilla de la competencia luego de haber tenido el triunfo al alcance de su mano. Ya mero. Otra vez. Pero, sólo si es Meade el finalista que lo encare.