Libros de ayer y hoy
Manos obscuras quieren que el país se complique antes del cambio de poderes y se cumpla la sentencia de que a AMLO le espera una nación en crisis política.
Hasta ahora se trata de tres provocaciones, aparentemente aisladas, que se han dado en escasos días y podrían escalar conforme las alienten los grupos políticos que están detrás de ellas para presionar al presidente electo.
Dentro del equipo del próximo presidente hay expertos en fabricar incendios para luego presentarse como los únicos bomberos capaces de apagarlos.
Los conocemos. Sus métodos de operar siguen siendo los mismos de hace décadas.
Una marcha noble de estudiantes del CCH Azcapotzalco fue arteramente atacada por porros uniformados con ropas deportivas junto a la rectoría de la Ciudad Universitaria.
Esos porros fueron pagados por alguien.
Resulta evidente que hay ganas de crear un conflicto mayúsculo que paralice la Universidad. Todos sabemos que la UNAM es, siempre, un polvorín con mecha corta y hay que cuidarla.
Pocas cosas ofenden más a los estudiantes que la violencia de grupos porriles.
Es el caso del CCH Azcapotzalco, cuyos alumnos pedían reponer clases porque los profesores han faltado mucho, y que se expulse a los porros de su plantel. Fueron agredidos por una turba adiestrada y pagada para golpear.
¿Va a haber paro general en la UNAM?
¿Quiénes tomarán el control del movimiento en caso de que ello suceda?
Nadie puede saberlo. Así son estos conflictos: estallan y toman derroteros imprevistos hasta que aparecen los expertos en desactivar crisis… que ellos fabricaron.
La otra provocación se dio en la ceremonia inaugural del periodo ordinario de sesiones del Congreso.
El ambiente de transición tersa fue atacado intempestivamente por el líder de los diputados de Morena, Mario Delgado (sí, del grupo político de Marcelo Ebrard y no de AMLO), quien rompió el huevo con un martillo.
Acusó a los partidos políticos opositores de ser “cínicos”, que “tienen muy poca vergüenza” pues “han saqueado al país”.
En la máxima tribuna del Congreso el líder morenista gritó que “¡30 millones votaron contra las reformas estructurales!”, y que los sucesivos gobiernos eran culpables porque “se adelgazó el Estado, se abrió la economía, se hicieron instituciones autónomas (vaya pecado), se vulneró la propiedad de los recursos naturales del Estado…”. “Dejan un país en ruinas”.
Un discurso para la ruptura. Hecho y dicho para tensar el ambiente político que afortunadamente es terso y en buena medida optimista.
Lo que dijo Delgado en tribuna fue la cara opuesta a la que ha mostrado AMLO.
López Obrador salió a enmendar la plana de su diputado al afirmar que “hay un país estable, sin crisis política y sin crisis económica”, sin dejar de apuntar que existen graves problemas por todos conocidos.
La embestida del diputado ebrardista contra los puentes tendidos por el presidente electo, abona en la creación de un mal ambiente previo al cambio de mando en la república.
Hubo en estos días una tercera provocación, a la vista de todos, como la andanada de Mario Delgado y el ataque de porros a estudiantes de la UNAM.
Se dio al terminar el último informe presidencial. Un grupo de mujeres con pancartas y disfrazadas para la ocasión, se apostó afuera de la puerta de salida de Palacio Nacional e insultó y provocó a los secretarios de la Defensa y Marina, y a los altos mandos de las Fuerzas Armadas.
Pude ver el video con los insultos y no tenían un componente político, sino que estaban cargados de una grosera procacidad que sonrojaría al verdulero peor hablado de La Merced.
A centímetros de sus caras escupían groserías a los jefes del Ejército y la Marina.
Eso no es gratis ni es espontáneo.
Alguien lo organizó.
Y fue para deteriorar el buen ambiente que se ha logrado establecer entre López Obrador y las Fuerzas Armadas, luego de un periodo áspero y de recriminaciones mutuas.
¿Son aisladas estas tres provocaciones?
Habrá quien crea en las coincidencias en política. O que este tipo de situaciones ocurren por casualidad.
Ojalá sea así, pero las huellas son demasiado ostensibles de creadores de conflictos que luego se ofrecen a solucionarlos.