
«Abro Hilo» / El Silencio de los (ex)Presidentes…
El 21 de abril de 2025 el mundo tuvo una gran pérdida relacionada con el movimiento progresista que busca justicia social, la cual se expresa a través de la igualdad de género y la inclusión de grupos desaventajados como las poblaciones LGBTQ+, indígenas, afrodescendientes, y quienes no pueden acceder a estándares mínimos de una vida digna.
El Papa Francisco, incluso desde un sector altamente conservador, demostró que siempre se puede dar un paso para avanzar hacia un mundo igualitario que pueda ver y priorizar a los pueblos oprimidos. Dentro de su legado destaca la apertura de la Iglesia a las personas divorciadas. Con esto dejó ver que las mujeres no deben ser estigmatizadas en lo social y en lo espiritual a causa de las relaciones desiguales de género en el matrimonio. De igual modo, rompió los estigmas de exclusión respecto a la orientación sexual, permitiendo que las personas homosexuales tuvieran un lugar digno dentro de la Fe católica, lo cual dio pie a que esta población tan estigmatizado por la sociedad tuviera la posibilidad de ser respetada desde la moral espiritual.
En cuanto a la diversidad étnica, el Papa fue respetuoso de las distintas manifestaciones espirituales de los pueblos originarios, aceptando los diversos rituales y cosmovisiones que se hermanan con la Iglesia.
Finalmente, pero quizá más importante, está el tema de los desfavorecidos, de los pobres. El Papa fue sensible con aquellos que han sido lastimados por el Capitalismo. Señaló en cada oportunidad la necesidad de buscar políticas sociales que estuvieran cada vez más enfocadas en las personas con bajo índice de desarrollo social. Lo anterior, fue el punto en donde el legado del Papa se vinculó más a los ideales de izquierda.
Por lo tanto, el legado del Papa busca incitar al mundo a repensar los efectos negativos de la acumulación de la riqueza, pero sobre todo a voltear a ver a las personas que sufren estos efectos tan devastadores. Actualmente, en el mundo existen casi 700 millones de personas viviendo en pobreza. En este sentido, es imperante repensar una nueva forma de construcción y repartición de la riqueza.
En suma, la muerte del Papa Francisco nos lleva a reflexionar sobre las coincidencias que hay entre una visión enfocada en los pobres y la responsabilidad que tenemos desde la izquierda. Su legado nos permite recordar que a través de la empatía y solidaridad se deben enfrentar los grandes retos sociales. A partir de la sensibilidad social que se pueden evitar los sistemas de dominación que tanto lastiman a muchas personas en pleno siglo XXI.
Si tomamos en cuenta, por ejemplo, que las mujeres, así como otros grupos oprimidos de la población, han sufrido históricamente a manos del poder político y social, es importante recordar que siempre habrá una vía para buscar la justicia.
Quiero terminar esta columna diciendo que el mundo requiere de más lideresas y líderes que nos inspiren luchar por un mundo mejor. El Papa Francisco fue uno de ellos.