
El Cónclave no es un tema menor
Lecciones del libro de Nicolás Maquiavelo, que provienen de un poco más de cien páginas del admirable escrito político titulado: “El Príncipe” parecen infinitas. A la luz y con ojos de cronista si es posible individuar, paso a paso lo que vivió el hombre que hizo de la política su modus vivendi. Su pasión por esta práctica que a tantos ensucia en los quehaceres de la misma, sobre todo si pensamos en los sucesos que ocurren y transcurren en el México del siglo XXI; comprueban que la lucha por el poder político y de ahí derivados el económico o social hace pensar lo que al individuo le sucede, cuando anda entre las patas de enormes elefantes y rinocerontes: como dice el pueblo al hablar de aquél ciudadano que muy pequeño, se mete en los senderos espinosos de la lucha por el poder político.
En ellos anduvo Nicolás Maquiavelo sirviendo a poderes políticos y económicos de época final del medioevo y, supo, del sufrimiento que ello acarreaba a pesar de sus buenas intenciones como ciudadano que aspiraba un gobierno republicano. Sabría que en política, en la encarnizada lucha por el poder político, las buenas conciencias son pisoteadas como si fuesen lagartijas ante las patas de grandes y rabiosos animales ya citados.
Leo en el libro de Mauricio Viroli, titulado: “La sonrisa de Maquiavelo” lo siguiente: “Ante el emperador se presentan alguno de los muchos <<jóvenes de bien>> que hay en Florencia, que necesitan adiestrarse en los asuntos de estado, en vez de ese hombre del pueblo demasiado emprendedor que era Maquiavelo. Tanto trajinan, que el 27 de junio recibe el anhelado encargo, en vez de Maquiavelo, Francesco Vettori.
Es una exclusión dictada por la hostilidad política hacia Soderini. Pero la motivación era particularmente arrogante: hacia falta un joven <<de bien>>, lo que significaba un joven que proviniese de las grandes familias florentinas que habían tenido desde siempre el privilegio de controlar la política ciudadana, y, especialmente la política internacional”. Maquiavelo aprenderá que el nepotismo es cosa que se sucede desde hace miles de años. La herencia en todos los campos de la vida humana cuenta con esa arma violenta y contraria al civismo. Mala práctica que en algún momento ha de hablar de ella Jesús Reyes Heroles; perniciosa costumbre que crea dictaduras y oscuros y corruptos comportamientos, que terminan con la democracia y la república: el nepotismo.
En el caso de Nicolás, ciudadano de medio pelo que anda en las altas esferas del poder político caro ha de pagar una y otra vez, el hecho de no tener un curriculum que le encumbre por no ser hijo de <<buena familia>. Esta lección ha de registrarla en su legendario libro, que no es otra cosa sino <<Crónica de la vida política de su tiempo>>. Pues a diferencias de Francesco Guicciardini, historiador de pura sangre, Nicolás Maquiavelo, ha de tomar el camino de la crónica, como materia del científico de laboratorio que tiene por territorio a la sociedad de su tiempo y, como lo dice en su mensaje al excelentísimo Lorenzo de Medici, Maquiavelo, hombre nacido del pueblo y no de buena familia sabe que cuenta con estudios profundos de hechos de la historia; aunque entiende que su reto ha sido aprender de los grandes hombres y, sus hechos de vida, para comprender lo que es la práctica de la política y la lucha por el poder.
Aprende, y leo a Viroli: “No importaba que Maquiavelo hubiese demostrado ampliamente su absoluta dedicación al bien de la República; no importaba que hubiese demostrado extraordinarias capacidades de interpretación política: el no era <<de bien>> y, por tanto, tenía que hacerse a un lado. Difícil es imaginar una motivación más humillante y ofensiva”. Esto sucede a diario en el territorio pantanoso de la política: me hace recordar los años de José María Heredia en México, siendo la capital del extenso territorio del estado de México su lugar preferido para vivir en aquellos años antes de que la Toluca de 1830 fuera la capital de la entidad a duras penas. Toluca la que le tuvo como cuna el cubano que ilusionaba por vivir una democracia que no existía en el México bárbaro del siglo XIX que él conoció y le desilusionó hasta sus últimos días en que falleciera el 7 de mayo de 1839.
José María Heredia y Heredia viene a México pocos años después de la firma del Acta de Independencia y lo hace esperanzado en que ha de participar en la construcción de una democracia parecida a la del naciente país llamado Estados Unidos de América. Ese país con su inicial práctica por forjar una democracia que se inicia con fecha de 4 de julio de 1776: da ejemplo a países dominados por la colonia española, que sí es posible echar al mar a los invasores de 1521 capitaneados por Hernán Cortés.
José María Heredia tuvo que ir al exilio porque pertenecía a los llamados “Rayos de Bolívar”, que querían en década de los veinte del siglo XIX, una Cuba libertaria del dominio de España. Al salir sabía que estaba sentenciado a muerte por el imperio que regía a los cubanos. Recordado como poeta, nos olvidemos que su vida fue un exilio, sobre todo en su juventud pues ha de morir con sólo 35 años, cinco meses y 7 días de vida.
Pensar en los sufrimientos de Maquiavelo, ante aquello que le hacían los caprichos de familias poderosas en su tiempo, es prueba de que esa lección cruel es repetida a lo largo de la historia humana una y otra vez sin distingo. Heredia ha de morir en la soledad del exilio, en el anonimato de aquellos que le sepultan en vida detentando el poder, no le perdonan que se opusiera a los caprichos de quienes destruyendo a México —como es el caso de Antonio López de Santana— le niegan sus fines democráticos y civilizatorios.
Es bello el estudio de la política cuando se sigue el método de Maquiavelo como historiador, y en particular como estudioso del presente que hace al cronista. En el caso del italiano genial, su dedicación fue en la práctica al peor territorio de estudio que se puede elegir: el de la política que acostumbra señalarse como el pantano del que muy raros ciudadanos o ciudadanas salen limpios. Lecciones nos da el estudio de la vida y los textos que escribió con magistral sabiduría Nicolás Maquiavelo. Cuenta Maurizio Viroli: “Maquiavelo queda resentido y sufre. Tanto esfuerzo, tantos sacrificios, tantos espléndidos informes que dejaban a todos boquiabiertos: todo pasaba a un segundo plano ante la cuestión de la cuna.