
Presume vida llena de lujos, Leylani Arce Richard, síndica de Atizapán
El barroco como el testamento de apertura para corrientes venideras. Parte 1
Don Luis de Góngora marcó en los Siglos de Oro un antes y un después para proceder en la lírica en español. Con esto, y aunque está en el título, no debemos pretender que la obra en sí misma y para su tiempo no haya sido ya una revolución. Es decir, el término barroco que fungiría de imán para que históricamente algunos de los distintos autores, movimientos, sentires y caracteres que citaremos a continuación se reúnan bajo un mismo emblema, fue enteramente desconocido para su cabecilla principal, entonces, ¿porqué se siguen acuñando en el barroco distintos pensamientos y creaciones? ¿Cuál fue la posición de Góngora respecto a la norma y el arte propio? y ¿Significó esto para él una ruptura con la tradición? O más bien la hizo pasar por una metamorfosis para que la creación volara por encima de lo ya hecho, perdiendo el respeto a cierta asignación de forma para llegar a un fondo que pueda expresar más allá de la claridad, para poder decir, lo que del tiempo propio se requiere.
Parte del poder gongorino radica en la subersividad, en la lucha contra la norma, una lucha artística claro está, pero fue de tal manera concebida que se tomó como el estandarte por excelencia de los creadores en pugna y esto no significa que pertenezcan a la misma patria. Como menciona Guerrero (2012): “ni Soto de Rojas ni Trillo y fueron capaces de entender la radicalidad de la poética Gongorina con tanto atrevimiento como el neogranadino Hernando Dominguez Camargo, quien reproduce en Santa Fe de Bogota, su ideal de vida y de poesía”. (24) Sin tratar de inmiscuirnos en el atrevimiento, veamos su poesía:
Fatigado llegó; y el vigilante
can, copioso de lanas, dulcemente
remora al peregrino fue latrante,
audaz las voces, recatado el diente.
Anciano labrador, al caminante,
que a su albergue perdone no consiente, sin que su mesa y el hogar templado
a París le remitan obligado.
(Libro IV, Canto III, v 48)
Es claro que el tema es sumamente parecido al de Soledad Primera:
El can ya, vigilante,
convoca despidiendo al caminante.
y la que desvïada
luz poca pareció, tanta es vecina..
(v 85-88 Soledad primera)
Gerardo Diego (1961), -quien pertenece a un grupo al que volveremos más tarde- fue un compilador y expositor de poesía barroca, es quien expuso del poema de San Ignacio que: “El recuerdo de la Soledad gongorina es incuestionable y deliberado” (291). Quizás a esto se refiere Guerrero con la radicalidad gongorina, proponer un esquema que para la época era bastante arriesgado. Más aún tal vez para las Incas que para la época. Soto, Trillo y Dominguez fueron contemporáneos y nacieron tan solo una década posterior a la primera publicación de Soledades pero únicamente el último no vio impresa su obra, pues se publicó trece años después de su muerte y en la capital española, no es su natal Bogotá. Indicios de ir en contra del esquema quizás y como mencionaría Lezama Lima (1993):
en Dominguez Camargo el gongorismo, signo muy americano, aparece como una apetencia de frenesí innovador, de rebelión desafiante, de orgullo desatado que lo lleva a extremos luciferinos por lograr dentro del canon-gongorino, un exceso aún más excesivo que los de Don Luis, por destruir el contorno que al mismo tiempo intenta domesticar
(30)
Guerrero, Gustavo. (2012) Barrocos, neobarrocos y neobarrosos: extremosidad y Extremo Occidente En: REVISTA CRITICA LITERARIA LATINOAMERICANA N° 38. pp. 19-32.
Lezama Lima, José (1993). La expresión americana. Edición de Teresa Blanco. La Habana: Letras Cubanas.