
En la relación con Estados Unidos, más vale prevenir que lamentar
«La información es poder,
Pero solo si sabes como usarla»
Yuval Noah Harari. Filosofo. S XXI.
Un fantasma recorre a las democracias del mundo: el de regular las redes sociales y la información que de él deriva.
Aquellos Estados que decidan tomar cartas en el asunto habrán de tener una fuerte legitimidad popular y una claridad sobre los impactos positivos y negativos que cualquier propuesta que hagan llegase a tener.
Ante este reto fantasmal solo se erigen gobiernos con respaldos tan amplios que han sido denominados “Populistas” por la intelectualidad orgánica del régimen político y económico que ha comenzado a desvanecerse con el porvenir de los años.
Y ante el respaldo popular, entrar y debatir el tema conllevará a un intenso y sesgado golpeteo de aquellos grupos que imploran no desaparezca su viejo régimen de desigualdad y privilegios.
México decidió entrar al tema, quizás incluso con mayor entereza que otras naciones, y en un periodo extraordinario el Congreso está atendiendo a la reforma propuesta por la Presidenta en materia de telecomunicaciones.
Una reforma que tocó fuertes intereses al replantear el margen institucional del Estado y quitar al Instituto Federal de Telecomunicaciones, quien respondió a fuertes necesidades en su momento, pero no resistió los embates de los intereses que debía controlar, ni resolvió las grandes desigualdades y falta de cobertura, lo que si hizo fue engrosar la burocracia dorada.
Revivió también el derecho de las audiencias, cuya vigencia habría sido eliminada conforme el poder económico convenía.
Sin embargo el debate opositor se volcó no ya al discurso de desaparecer instituciones caducas argumentando un falso autoritarismo: lo llevaron al terreno de la afectación popular, traducido en un polémico artículo que planteaba regular el contenido en redes sociales.
Ha sido a través de las redes sociales que se han creado movimientos reformistas en varias partes del mundo. Un espacio desde el cual se pueden librar del cerco mediático de poderosas empresas para recibir información de cualquiera, en cualquier parte, en cualquier momento.
Lo peligroso resulta cuando dicha información es falsa y al estilo fascista, plantea repetir la mentira mil veces hasta que sea verdad, crear escenarios paralelos alejados o distorsionando la realidad.
La pretensión de evitar eso no se puede reflejar en la norma, porque también puede conllevar a privar de información a las masas: fue, pues, removido el tema entendiendo que la necesidad permanece, pero los riesgos que podría acarrear son mayores.
La reforma también planteó que los medios de comunicación tradicionales señalen cuando se está proporcionando información o cuando, fruto de la euforia (u otros intereses), se cruza la información imparcial con la opinión personal, disfrazando a la segunda de verdad absoluta y generando con ello un efecto en el espectador: estar mal informado, lo cual es, quizás, peor a la desinformación.
Ha sido un reto enorme que la Presidenta Claudia Sheinbaum presentase dicho tema por las reacciones que pudiese generar, pero a la vez dio muestras de sus dotes de estadista al tener la lectura del momento político nacional muy clara: el pueblo quiere un cambio del viejo régimen, pero este sigue buscando desinformar para hacer al pueblo pedir nuevamente su sometimiento.