
La jaula invisible de la ideología:
Los médicos residentes en México, lejos de ser simples alumnos en formación, deben ser reconocidos por lo que realmente son: trabajadores. Así lo establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley Federal del Trabajo, la jurisprudencia de la Suprema Corte y, más recientemente, la NOM-001-SSA-2023, que reitera que los residentes deben ser considerados como personal laboral, no solo como estudiantes. Este reconocimiento es fundamental porque, en la práctica, los médicos residentes enfrentan condiciones que van más allá de las exigencias propias de su formación académica. Se enfrentan a una explotación sistemática que pone en evidencia la deshumanización de un sistema de salud que aún arrastra las secuelas de las políticas neoliberales y de la meritocracia capitalista que marcaron el rumbo de México durante las últimas décadas.
Las pésimas condiciones laborales y humanas que enfrentan los médicos residentes hoy en día son un claro legado de los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN, que, bajo la premisa de la privatización y la eficiencia económica, desmantelaron el sistema de salud pública. El debilitamiento de las instituciones de salud, la precarización de los sueldos y la falta de infraestructura adecuada son consecuencias directas de un proyecto político y económico que priorizó los intereses privados sobre los derechos de los trabajadores y la salud pública. En este contexto, los médicos residentes fueron transformados en una mano de obra barata, explotada y desprotegida, cuya única función era cubrir el déficit de personal en los hospitales sin importar los costos humanos y emocionales.
La jornada laboral de los médicos residentes, que supera las 80 horas semanales, es una de las manifestaciones más evidentes de esta explotación. Las guardias de 24, 36 o más horas se han convertido en una norma, con la promesa vacía de que todo ello forma parte de su proceso de formación profesional. No solo se trata de un abuso evidente en términos de horas trabajadas, sino que se suma la constante vulneración de los derechos humanos de estos trabajadores, quienes, en muchas ocasiones, son víctimas de acoso laboral, violencia psicológica y, en el peor de los casos, suicidios provocados por el agotamiento extremo y el estrés emocional.
La meritocracia capitalista, que caracteriza el modelo neoliberal, ha fomentado la idea de que todo en la vida se logra a través del esfuerzo individual, sin tener en cuenta las condiciones estructurales que limitan el acceso a la salud y la educación, y menos aún las condiciones laborales que deben acompañar cualquier esfuerzo profesional. Este concepto ha permeado incluso dentro de los hospitales, donde muchos jefes de residentes, al frente de los médicos, actúan con una visión autoritaria, acosadora, deshumanizada o abandonan el servicio. Estos jefes, en lugar de ser mentores que guíen a sus subordinados, se convierten en figuras opresivas que exigen un rendimiento desmesurado, sin ofrecer las condiciones mínimas para que los residentes puedan cumplir con sus tareas de manera ética y profesional. Este abuso no solo afecta a los residentes, sino también a los pacientes, que terminan siendo atendidos por profesionales agotados y emocionalmente desgastados.
El reconocimiento de los médicos residentes como trabajadores está respaldado por la Ley Federal del Trabajo, que establece que su relación con las instituciones de salud debe ser considerada como un contrato laboral. La Suprema Corte, en diversas jurisprudencias, ha dejado claro que los médicos residentes no son meros estudiantes, sino profesionales que deben recibir las prestaciones y garantías correspondientes a su condición de trabajadores. La NOM-001-SSA-2023, que establece regulaciones específicas para la residencia médica, es un avance importante, pero aún queda mucho por hacer. La norma establece descansos obligatorios, limita el número de guardias y establece que los hospitales deben proporcionar condiciones adecuadas para los residentes. Sin embargo, las condiciones en los hospitales siguen siendo precarias, con residentes que aún enfrentan sueldos miserables, jornadas extenuantes y la falta de un verdadero sistema de apoyo emocional y psicológico.
Ante esta situación, el gobierno de MORENA, bajo el marco de la Cuarta Transformación, tiene una responsabilidad histórica y moral con los médicos residentes. MORENA, como fuerza política comprometida con el bienestar de la clase trabajadora, no puede permitir que esta situación de abuso continúe. El humanismo mexicano, que ha sido uno de los pilares ideológicos de la Cuarta Transformación, debe ser el motor que impulse una reforma integral que garantice los derechos laborales y humanos de los médicos residentes. Es imperativo que MORENA asuma la defensa de estos trabajadores y ponga en marcha una política que no solo respete sus derechos, sino que también garantice condiciones dignas de trabajo, un salario justo y el acceso a programas de salud mental que les permitan afrontar el estrés y el desgaste emocional que conlleva su labor.
MORENA, bajo el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum, tiene la oportunidad de demostrar que el compromiso con los derechos humanos y laborales no es solo una declaración de intenciones, sino una práctica constante y tangible. Para ello, debe ir más allá de las reformas superficiales y abordar la raíz del problema: la explotación estructural de los médicos residentes. Esta es una batalla que no solo tiene que ver con los médicos, sino con todos los trabajadores del país que, al igual que los residentes, luchan por condiciones laborales dignas.
Es hora de que el gobierno de MORENA, en su compromiso con la transformación del país, asuma su responsabilidad y transforme las condiciones de trabajo de los médicos residentes. Solo así podrá garantizarse un verdadero sistema de salud pública, donde los derechos humanos y laborales de los trabajadores sean respetados en su totalidad, y donde la formación de los futuros médicos sea digna y humanista, como corresponde a un país que aspira a la justicia social.