
Niega juez libertad a asesinos del niño Israel de Otumba
Se puede pensar que a inicios del 1500, cuando Nicolás Maquiavelo tenía la edad de joven en madurez, o de adulto joven que ha tenido suficientes misiones para darse cuenta de cómo es que se hace la política en su amada Florencia y en los alrededores de lo que todavía no es Italia. Cuenta Marcel Prélot en su libro Storia del pensiero politico: “El método de Maquiavelo / Nueva la política, nuevo también el método. Maquiavelo, nacido con los ojos abiertos, los mantiene despiertos y abiertos por toda la vida. Aparece así como uno de los fundadores de la renacida ciencia política en cuanto sustituye a la razón por la observación directa e indirecta, hecha de contactos y de lecturas”. Este es su método y didáctica, es decir, camino y disciplina, para encontrar respuestas a preguntas que la compleja e inaferrable política tal cual es destina; obliga a buscar en el pasado sucesos que pueden compararse con el presente: crisis del feudalismo y nueva época de la humanidad. Renacimiento, pero también creación del capitalismo a través de burgos-ciudades.
Grandes hombres y grandes mujeres se plantean grandes cosas. Tienen visiones e ilusiones que les llevan a realizar proezas inimaginables para el común de los ciudadanos. Es un apasionado del pasado. Cuenta Prélot: “La lección <>, como dice él mismo, le ha ocupado mucho en su estudio”. Esta lección es válida para siempre. No sorprende que haya cronistas que son sabios en hechos históricos, pero poco atentos a la realidad del presente. En el florentino, las dos cosas son gemelas en su vida.
El estudio de los genios hace ver que la investigación del pasado tiene que ver con el estudio de las lenguas. De eso se trata, al revisar la vida del mayor lector que tenemos en la literatura de los dos últimos siglos: Jorge Luis Borges, el cual explica cómo es que aprendió el italiano yendo a diario a su trabajo en el tranvía de su Buenos Aires amado. Sobre ello, Prélot cuenta: “Probablemente no conocía el griego, pero ha leído en latín las obras de los autores griegos, en particular a Aristóteles”. Pensemos en la obra política del filósofo y meditemos en cuánta enseñanza logró al indagar el genial pensamiento del griego que fuera alumno de Platón.
En Aristóteles, cuenta Marcel: “Ha encontrado más que un gratuito gozo estético, una experiencia acumulada sobre la cual funda la propia doctrina política”. Atentos a esta aseveración, la gran lección que dan los máximos pensadores de la humanidad es que sus ideas son lecciones eternas: es decir, son núcleo de la personalidad del individuo bueno. En el caso de los pueblos, el reconocer que cada uno de ellos lleva su sello propio e inconfundible si se le estudia en serio. Siempre en la lección que dice: <>.
<<¡Como México no hay dos!>> gritamos con gran orgullo y no nos damos cuenta de que así lo es para las demás naciones. Cada una tiene su sello. Cada nación es única y sólo los conquistadores de mala alma piensan que pueden doblegar el espíritu de cada una y eliminar sus diferencias con respecto al pueblo que les domina por cierto tiempo y espacio. Cada pueblo y comunidad tiene su sello propio. Cada individuo es único. El progreso de las democracias —que si son eso—, es que tienen capacidad de reconocer el valor de lo colectivo, pero también reconocer el valor del individuo al interior de la sociedad.
Prélot escribe: “Aunque no hay que tomar muy en serio sus confidencias según las cuales, después de haber pasado gran parte de la jornada en la hostería o en compañía de aquellos que es mejor no recordar; por la noche abandona los hábitos sucios y se cubre con <> y por varias horas se entretiene, más bien, se introduce hasta el fondo en el estudio de los grandes hombres de la humanidad”. Lección del investigador por vocación.
Tan fácil es comprender la vida de los genios, que son capaces de convivir en las lides más cercanas al pueblo. En hechos que el ciudadano le comprueba en el quehacer cotidiano. Aprendiendo de su realidad y de la realidad que más allá ve. Comprende que ello no es suficiente. Por lo que el estudio del pasado en el gozo de la lectura le da el complemento. Ello le convierte en uno de los más sabios de su Italia que viene a duras penas tratando de construirse.
Vivir cerca del pueblo, es más, vivir con el pueblo, siendo pueblo. Vivir cerca del ciudadano, de aquél que tiene el poder político y que se decide en su tiempo reconocerlo en la figura de El Príncipe. Es conocimiento del florentino, pasión y tarea cotidiana: experiencia práctica de vida real, tal cual es; así como su pasión, que le hace lector ejemplar para su época y la posteridad hasta nuestros días.
No nos alejemos de sus lecciones. No era necesario que Nicolás Maquiavelo fuera en la vida real El Príncipe. En su época de vida vio a tantos ‘príncipes’ pasar uno por uno y entendió que no es necesario en la política ejercer todos los cargos para poder ser el líder de una nación o de un pueblo pequeño. El ejemplo de Benito Juárez deja ver que su personalidad le permitió ser líder de la mayor y mejor generación que ha tenido nuestra patria en 200 años de Independencia.
Bien se ve en la historia del siglo XIX que hubo mejores hombres en temas de sabiduría como Melchor Ocampo o Miguel Lerdo de Tejada. O mejores escritores como Francisco Zarco, Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto. O un ejemplo de santidad moral y sabiduría como lo fue el mayor lector del siglo XIX mexicano, don Ignacio Ramírez El Nigromante. Por donde le busquemos encontramos a hombres que destacan particularmente por encima de Benito Juárez y, sin embargo, él representa como nadie —contra los que le quieren quitar méritos— el ser la expresión del <>.
Leo con interés a Prélot: “Cuando se revisa la experiencia de su tiempo, sabemos que Maquiavelo no ha desarrollado un rol de primera importancia. Y quizá esto fue un bien, porque el hombre empeñado no tiene tiempo para hacerse a un lado de la real política y, por lo tanto, no tiene tiempo para escribir sus experiencias de vida y de lectura cuando está ejerciendo el poder”. Pocos ejemplos nos da la política a lo largo de la historia. Ejemplos modernos al citar al intelectual y político ruso León Trotski, o a Winston Churchill, de Inglaterra. No puedo hacer menos al pensar en Vladimir Illich “Lenin”. Los tres no sólo fueron políticos para la praxis, sino intelectuales que dejaron grandes obras literarias en el campo de la política.
Es falso que para ser político sólo se logre ejerciendo un cargo público de mando. La política es más que eso. Bien se puede asegurar que muchos de los que se dicen ‘políticos’ por el cargo son un lastre de corrupción y deshonestidad para sus pueblos y familias. Y muchos otros, que no han ejercido el poder político o económico, son maestros y ejemplo de estas ciencias por sus estudios, propuestas y comportamientos. Nicolás Maquiavelo es de éstos.