Balazos en el pie
«MIRADOR HUITZILIN»
Dicen que en la Biblia hay una clasificación de animales puros e impuros. Pobres bestias, qué culpa tuvieron para entrar en una taxonomía peyorativa. Afortunadamente, poseo información confidencial de las principales agencias de inteligencia y contrainteligencia del mundo que me indica que los animales irracionales aún no se enteran de esa separación aberrante y que avergonzarían al propio Lamarck y a Darwin. Sin embargo, a los seres humanos nos fascina clasificar, de hecho es ese el principal signo de que poseemos uso de razón.
Así, podemos definir que hay ecologistas buenos, malos, falsos, verdaderos, prácticos, románticos, fanáticos, leves, ricos, pobres, locos y sensatos, de todo hay en la viña del Señor. Pero ya da rubor decir que uno es ambientalista. Porque nos veo a nosotros los que dizque ambientalistas, usando computadoras que son uno de los principales enemigos del medioambiente, de la naturaleza y la biodiversidad, no veo que andemos usando ropa de fibras naturales como algodón, lino, seda o yute, noto que los zapatos son de pieles curtidas con tremendos daños a los cuerpos de agua, descubro que toman café cuya producción es lesiva para los ríos donde lavan el grano, usan celulares, todos, que hacen que proliferen esas horrendas antenas tan dañinas, usamos indiscriminadamente la electricidad a pesar de que sabemos de dónde viene y que se produce con afectaciones sustanciales al aire, al suelo y al agua.
Lo más urgente para el medio ambiente y para la sociedad, para la gente de carne y hueso y sobre todo la de menores recursos, es conseguir empleos, que haya actividad económica que les permita llevar el sustento a sus hogares. En todo el país, hay un desempleo y una pobreza tremendos. Los mexicanos humildes están sufriendo mucho y nosotros andamos con exquisiteces y melindres que no se justifican socialmente aunque ecológicamente puedan ser defendibles. Veo que nos damos golpes de pecho y atacamos furibundamente a quien quiere construir algo y todos vivimos en casas de mampostería que arrasaron con árboles, plantas y suelo. Me siento ambientalista impuro, como ellos que gritan y llevan pancartas hechas en papel no reciclado o que andan en barquitos de diesel protestando o en sus carrazos en el DF, en Monterrey o en Los Cabos y Cancún contaminando el aire, el suelo y el tejido social. Somos ecologistas de pacotilla, con la pena y salvo rarísimas excepciones, por eso incluso actuamos por consigna o por centaveo. El que esté libre de piedras que tire el primer pecado. Es más, muchos pobres ambientalistas manipulados por fundaciones o por fondos extranjeros ni saben por qué les encargan atacar tal o cual proyecto o gobierno. Bueno, de las agencias gubernamentales dizque protectoras del ambiente, ya ni hablemos. Dan ternurita. Existen sólo para expiar las atrocidades antiambientales del resto del aparato público.
Asistimos a reuniones de ambientalistas con aire acondicionado, con cañones para proyectar sesudos trabajos en «power point», usamos equipos de sonido como si no fuera suficiente la voz en sitios cerrados. Nos pasamos la mayor parte del día con mensajitos tontines o correos electrónicos que sobrecargan el ciberespacio y que finalmente ni leemos, o aplicamos. Ahí andamos siempre mendigando apoyos de firmas para tal o cual causa. Desconfío de esos presidentes o gobernadores que se declaran amorosos del ambiente y andan de corbatita y traje en lugar de ropas sencillas, cómodas y no discriminatorias.
Veo a ambientalistas gritones e insultando a los gobiernos, las empresas, a otros ambientalistas o a personas que piensan diferente, me repugna el ambientalismo intolerante y sectario y los científicos patrocinados desde el extranjero para servir a sus intereses. Es muy sospechoso el ambientalista que sólo ataca o enjuicia a los esfuerzos que no son norteamericanos o europeos o asiáticos. Somos obvios como casi dijo Manzanero. Por qué no obligan a las organizaciones gubernamentales a decir públicamente de dónde reciben dinero. Hay que ver sus páginas de internet para darse cuenta de qué lado masca la iguana. Hay que sanear el ambiente de los falsos ambientalistas en ese baile de disfraces de las ONGs. Ni modo.