Encuentran a hombre sin vida en auto en Santiago Tianguistenco
CIUDAD DEL VATICANO, 26 de abril de 2014.- México, el país latinoamericano con más católicos después de Brasil, acoge la canonización del papa Juan Pablo II el domingo con un sabor dulce-amargo, entre su tradicional fervor hacia el carismático religioso y la tragedia de víctimas de pederastia que le señalan por encubrimiento.
De acuerdo con El Economista, la mayoría de los mexicanos «recibirá bien la canonización, pero no todos, porque el pontificado tuvo un lado oscuro. (…) No creo que todos lo perdonen por haber encubierto crímenes de pedofilia», dijo a la AFP el sociólogo Bernardo Barranco, experto en temas religiosos.
En su primera gira al extranjero en 1979, el papa polaco Juan Pablo II (1978-2005) viajó a México, donde el 80 por ciento de sus 118 millones de habitantes son católicos.
Al llegar, lo primero que hizo el líder religioso fue besar el suelo, sellando así el inicio de una ferviente relación con los mexicanos, quienes acudieron en decenas de miles a recibirle en cada una de sus cinco visitas.
«México siempre fiel», rezaba el pontífice, mientras los mexicanos le robaban el sueño al cantarle en serenata «Amigo», una canción del brasileño Roberto Carlos.
Pero en 1997, un grupo de ocho ex Legionarios de Cristo acusaron de abuso sexual al fundador de la congregación, el mexicano Marcial Maciel, en una carta enviada al Papa -a través del nuncio apostólico- que dio lugar a una denuncia canónica al año siguiente.
Fueron un «kilo y medio de documentos, en su mayor parte notariados», cuenta a la AFP José Barba, uno de los jóvenes seminaristas que sufrieron los atroces abusos de Maciel y que asegura no haber recibido «ninguna respuesta pública» del Vaticano pese a haber expuesto su caso a altos dirigentes.
Para Barba, un filólogo humanista de 75 años, la canonización es el «epítome del encubrimiento», pues refleja «un interés enorme en que se acabe el asunto, en echar tierra por encima de Maciel».
El poderoso Maciel, fallecido en 2008 a los 87 años, fue denunciado por abusos sexuales a varios seminaristas. A la vez mantuvo una doble vida con dos mujeres y varios hijos, que también denunciaron abusos del mexicano.
Tras años de desmentidos por parte de la jerarquía católica, el Vaticano inició una investigación que en 2004 obligó a Maciel a dejar la dirección de la orden y en 2006 el clérigo fue despojado de su ministerio sacerdotal y conminado a retirarse y llevar «una vida de oración y penitencia».
Los ultraconservadores Legionarios de Cristo, que en 2010 pidieron perdón a los hijos de Maciel, eran elogiados por Juan Pablo II por llenar seminarios en una era de crisis de vocaciones, con una fortuna para financiar campañas y abrir universidades.
En febrero, la ONU realizó una inesperada acusación contra El Vaticano por violar la Convención de Derechos del Niño en lo que respecta a abusos sexuales, «porque no han hecho todo lo que deberían» para atajar este problema, pues los sacerdotes no son sancionados ni sometidos ante la justicia.
«Este monstruo (Maciel) fue cobijado por Juan Pablo II y es un punto que lastima no solo a muchos actores mexicanos sino a la propia Iglesia», opina Barranco.
«Nosotros no decimos que no se canonice (a Juan Pablo II), sino que se dé tiempo para investigar a fondo (si hubo encubrimiento). Lo que quieren que la gente piense es que si es santo, es indiscutible», señaló Barba.
Pero Slawomir Oder, el postulador de la causa de canonización, alegó el martes que «Juan Pablo II no estaba al corriente. Se hizo una investigación sobre el tema y llegamos a esa conclusión».
Por su parte, Barba se dice convencido de que «el Papa sabía, pero que no quiso revelarlo por no causar daños a la Iglesia. ¿Con qué cara habría querido reconocer que Marcial Maciel era culpable de esto, después de haberlo puesto como modelo de juventud?».
La canonización de Juan Pablo II el domingo en la plaza de San Pedro se celebra en un plazo récord, aunque ha seguido todos los pasos exigidos por la Iglesia, entre ellos la «demostración» de dos milagros.
El papa Benedicto XVI (2005-2013) fue el primero en disculparse por los abusos cometidos contra menores y propugnó una política de tolerancia cero.
Su sucesor, Francisco, dijo que la pederastia en el seno de la Iglesia es una «vergüenza» y en diciembre creó una comisión para investigar estos crímenes, prevenirlos y atender a las víctimas.