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MÉXICO, DF., 12 de septiembre de 2014.- “Los migrantes tienen intenciones hostiles y cuando explote el conflicto, nadie podrá decir que no lo advertimos… Aquí de lo que estamos hablando es de la reconquista”, dice al diario español El Confidencial Glen Spencer, líder la organización caza migrantes Patriotas Armados, que opera en el desierto de Arizona.
Para el miliciano ultra nacionalista, México tiene un plan secreto para recuperar lo que perdió a mediados del siglo XIX, cuando firmó el Tratado de Guadalupe-Hidalgo y cedió más de la mitad de su territorio, destaca El Confidencial en un amplio reportaje.
En línea con el discurso de la “invasión mexicana”, Spencer y sus milicianos se conciben a sí mismos “como patriotas, hombres de honor dispuestos a dar la vida por su país”.
Bajo esa visión paranoide, la Patrulla Americana se mueve en vehículos todoterreno con fusiles de asalto, bengalas y trajes militares, utilizan sensores infrarrojos, cámaras especiales e incluso aviones no tripulados. “No tengo tiempo para hablar hoy, me tengo que ir a volar un drone”, espetó la segunda vez que El Confidencial intentó entrevistarlo.
En todo caso, Spencer no está solo en su cruzada y su comunidad es sólo una de las más veteranas de un fenómeno que se extiende por varios estados. Tan solo Patriotas Armados hoy coordina a 22 comandos itinerantes, la mayoría en el sur de Texas, que acampan en ranchos situados en la frontera, cerca de los pasos más utilizados por los “coyotes”, para intentar sorprender a quienes intentan entran a pie en Estados Unidos.
Cuando ven un grupo, lo iluminan con sus linternas y amenazan con llamar a la Patrulla Fronteriza. Van fuertemente armados, equipados con uniformes, chalecos antibalas y esposas. “Por lo que pueda pasar”, dicen en las escasas entrevistas que han concedido sus miembros.
Pero los Patriotas Armados son sólo la expresión armada de un amplio movimiento político de ultra derecha. Saben que la lucha importante, la que marcará el futuro, no se libra en la frontera, sino en los elegantes despachos de la capital estadounidense. Y ahí es donde el movimiento ha conseguido silenciosos avances haciendo mucho menos ruido que sus archirrivales, los activistas hispanos, destaca El Confidencial.
El perfil más importante de estos cabilderos anti inmigrantes es el oftalmólogo John Tanton, a quien el diario The New York Times bautizó en 2011 como “el cruzado anti inmigración”.
Respaldado por otros muchos compañeros de viaje, ha dado forma a grupos de presión que, como cualquier otro lobby, influencian al poder político a través organizaciones millonarias que, en este caso, funcionan con donaciones de particulares y grupos nacionalistas.
En 1979, Tanton fundó la Federación para la Reforma Migratoria Americana (FAIR), un potente “think tank” que promueve acabar con la inmigración ilegal (expulsando a 11 millones de personas) y reducir al mínimo la legal. Su cuartel general es una espaciosa oficina de vidrieras situada a 10 minutos andando del Capitolio y frente a las oficinas centrales de la Agencia de Inmigración y Aduanas. Toda una declaración de intenciones.
Desde allí, sus analistas redactan documentos, organizan conferencias y elaboran informes que nutren, después, los argumentos de legisladores y funcionarios afines a sus ideas. Presentan un discurso moderado y aseado, tratando de encajar dentro de los márgenes de lo políticamente correcto para tener más prédica en los medios de comunicación y en el Congreso.
Uno de sus portavoces, John Martin, aseguró a El Confidencial que la preocupación de FAIR no tiene nada que ver con el racismo, ni con el rechazo cultural a las comunidades extranjeras.
“Simplemente creemos que Estados Unidos no puede recibir más población porque no tiene recursos. Es un tema económico, no cultural”, dijo, enfatizando que no hay agua ni comida suficiente para seguir absorbiendo inmigrantes. “Además, los inmigrantes generan un costo económico enorme a los contribuyentes americanos. Y eso no es justo”.