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La Polémica | Las deudas de Morales Poblete
por Pedro Salvador Ale
-Lucas, a usted le gusta la obra de Julio Cortázar? Ayer 26 de agosto se cumplieron cien años de su nacimiento.
-Cacho, ¿cómo no me va a gustar la escritura del gran cronopio? Sería como negar la magia, que es parte de este mundo, el azar, las coincidencias, la búsqueda del amor, que nos espera en cualquier esquina.
– El juego que tiene la vida, al que tenemos que entrar nos guste o no.
– Así es, me acuerdo que a principios de los ochentas, no sé bien si finales del 82, cuando ya la dictadura daba sus manotazos de ahogado en la Argentina, y ya había pasado la guerra de Malvinas; Cortázar regresó al país después de muchos años. Él iba caminando por la avenida Corrientes y la gente lo reconoció esa noche, como allí hay muchas librerías, los fanáticos de su obra entraban y compraban los libros para que Julio se los firmara, así que él parecía el flautista de Hamelin, avanzaba lentamente por la avenida seguido por una cola de lectores, hasta que se acabaron los libros de todas las librerías cercanas. De pronto, se escuchó a Julio riéndose, y con su voz de argentino afrancesado decir: – Este no es un libro mío, es de Carlos Fuentes- a lo cual el que pedía la firma dijo: – Ya lo sé maestro, pero se acabaron los suyos.
– Ja ja ja, claro Lucas, capaz que era un mexicano en Buenos Aires, que se lo sacó de la manga. Y no es por las comparaciones, pero se sabe que Cortázar y Fuentes tenían muchas afinidades existenciales y literarias, para empezar, los dos venían de padres diplomáticos, y después coincidieron en Europa con el Gabo, donde Julio se convirtió en una especie de guía y cicerone de los viajes que hicieron los tres por el viejo continente.
– Y te digo más che, ser parte del boom latinoamericano, no quedó nada más allí, había que sustentar lo que se escribía con una coherencia ética y Cortázar la sostuvo siempre, escribiendo cada vez mejor, como se dice, es la mejor manera de ser rebelde o revolucionario, sabemos que las ideologías son cerradas, terminan por tener su contra y chocan tarde o temprano con un muro.
– En ese sentido, maestro, Rayuela es una demostración estética y literaria, que terminó con los esquemas de una novela tradicional, lineal, convencional.
-Sí, Cacho, desde el momento que es un libro donde se lo puede leer saltándose las páginas o el orden tradicional, y se puede ir o venir, intercalar la propia lectura, sin perder el sentido de la historia, como en la realidad, como un libro que trata de imitar a la vida en múltiples caminos e interpretaciones.
– Lucas, también sus “Cronopios y Famas”, causaron un impacto en el inconsciente colectivo, porque el concepto de “cronopio” se asoció a la rebeldía, al amor a la misma vida, a esos seres cotidianos que no entran en los parámetros establecidos por cualquier sistema, contrarios a los “famas” que parecen ser serios, cuadrados y amargados.
-Así es, Cacho, habrá lectura de Cortázar para rato, viendo lo que se escribe en narrativa hoy en día, podemos decir, parafraseando a Borges: Carlitos Gardel, cada día canta mejor. (P.S.A.)