Balazos en el pie
Seguramente en esta Navidad te sucedió algo parecido a ese comercial de caldo de pollo, en el que un señor llegaba de regreso a su casa, abre la puerta y al percibir el aroma de la comida que le prepara su esposa, en su mente se recreaba una escena de su infancia cuando él llegaba de la escuela y comía la sopa que hacía su mamá. Lo anterior nos lo presentaban en unos cuantos segundos, casi igual como suceden los recuerdos en nuestra mente.
Hablar sobre la mente es uno de los temas más fascinantes, pero más complejos que puedan existir, y una parte de la mente es precisamente la memoria, lugar en el que se depositan los recuerdos y el poder que tienen éstos sobre el estado de ánimo de las personas, ya que pueden hacer que al evocarlos se experimente nuevamente la sensación de alegría que produjo un evento positivo o por el contrario ocasionar que alguien sufra nuevamente el producto de una mala experiencia y todo gracias a la forma en que nuestra mente puede guardar la información.
Ahora bien existen tantas formas de guardar información como número de personas existen sobre la faz de la tierra, ya que los recuerdos están construidos por toda la información que se recibe a través de los sentidos, es decir un recuerdo está compuesto por olores, sabores, sonidos, sensaciones e imágenes, que nuestra mente asocia con alguna experiencia anterior para darle un significado. Por tanto, cuando nuestra mente guarda un recuerdo, éste va acompañado de ingredientes que corresponden a otro recuerdo.
Es así como al traer al presente un recuerdo, éste casi siempre trae consigo otro, ocasionando que algunas veces incluso digamos ¿pero por qué te dije todo esto? O, ¿qué era lo que te estaba diciendo?, porque la mente comienza a hacer un viaje por toda la información que recibió a través de los sentidos asociada a ese recuerdo.
Para explicar mejor lo anterior hagamos un ejercicio; por ejemplo piensa en lo siguiente, qué tal en los aromas que permean en esta época del año, el aroma de los alimentos como el pavo, bacalao, pollo asado, algunos postres, el ponche, la pólvora quemada que despiden las luces de bengala, esas que quemabas con los vecinos o primos, o tal vez el aroma de la casa de tu abuela en donde pasaban estas fiestas, o qué tal ésta otra, el sonido de la piñata, el “dale dale dale”, el caer de la fruta al piso, los gritos de los niños que estaban alrededor, etc. Ahora, quisiera preguntarte si de casualidad al leer esto se vinieron otra clase de recuerdos a tu mente, algo así como si al romper alguna piñata y querer ganar dulces el gordito que estaba a tu lado te los ganó y no solo eso, logró arrebatarte el pico de la estrella para llenarlo de dulces y fruta que se llevó victorioso y que aún recuerdas cómo volteó a verte con una risita burlona de “eh, te lo gané” y de ahí quizás se vinieron otros recuerdos que te hicieron viajar a través del tiempo permitiéndote experimentar nuevamente las sensaciones que te llevaron quizás a un estado de ánimo diferente al que tenías hace un momento.
Es por ello que la Navidad se convierte en la época de reflexión y recuerdos, porque contiene un sinfín de información acumulada en nuestra memoria a través de todos los sentidos durante cada año de nuestra vida.
Me despido agradeciendo a todos ustedes el favor de haberme visto favorecida con su tiempo y lectura y les deseo que estén disfrutando de estas fiestas en compañía de sus mejores recuerdos.
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