Balazos en el pie
La lucha libre es como la vida
Hace unos días tuve el privilegio de charlar con algunos deportistas dedicados a la lucha libre, compartieron varios de los aspectos que envuelven a este deporte que a veces, incluso sus aficionados, pasan desapercibidos. Por ejemplo, uno de ellos contó el origen de su máscara y el nombre que había elegido, al que le agregó el “Jr” porque su padre también había sido luchador, él es Técnico.
Otro más mencionó que la elección era por una anécdota relacionada con el fuego, que recuerda haberse preparado mucho antes de poder subir al ring, esto me pareció que forma parte de su personalidad, él es alguien con mucha energía en todos los sentidos, radical y enérgico, él es un Rudo.
Uno más comentó que desde niño jugaba a ser luchador, él no lleva ninguna máscara, él lucha así tal cual con el rostro desenmascarado, a veces también es réferi, una personalidad un tanto jovial y más adaptable.
También expresaron que la máscara no es un personaje, “es mucho más que eso”, para ellos ponerse la máscara es la responsabilidad de representar al luchador, al héroe que espera la gente, el rudo o el técnico, el bueno o el malo, es decir; una vez que se colocan la máscara y salen al ring a luchar rudos contra técnicos o viceversa, sucede algo extraordinario, se pueden llegar a vencer miedos tan grandes como quien mientras es el luchador se lanza desde varios metros de altura sin ningún problema, pero fuera del escenario puede sentir vértigo en lo alto de un edificio.
Hasta aquí yo ya tenía diversas analogías que iban apareciendo en mi mente relacionadas con la vida cotidiana, con mi experiencia en el consultorio con los pacientes, con mis alumnos, con la convivencia diaria con mi familia, amigos y compañeros de trabajo, conmigo misma. La dinámica de la lucha libre es lo más parecido a la vida.
Lo explico mejor, en la vida también conforme crecemos vamos adaptando y adoptando algunas máscaras, unas de manera voluntaria, otras aprendidas, unas más por imitación porque nos parecen atractivas, otras porque así nos criaron y unas más que ni cuenta nos damos y usamos porque la misma sociedad así nos las ha ido poniendo o mejor dicho imponiendo.
A veces, gracias a algunas “máscaras” como son el apoyo de una pareja, un amigo, un trabajo, algún logro personal, una autoestima bien fortalecida, pueden ser el empuje o seguridad que necesitamos para vencer algunos obstáculos o temores que nos impiden lograr lo que queremos.
Por otra parte están los “Rudos o Técnicos”, los primeros, caracteres que se aventuran a enfrentar a sus opositores “los miedos”. Los segundos quizás representen la parte moral que nos conduce a todas las personas a regular y decidir entre el bien y el mal.
Técnicos y rudos, todos alguna vez en la vida lo somos, un poco malos un tanto buenos, una mezcla de emociones, que nos permiten combatir el día a día durante nuestra jornada, ya sea en la escuela o en el trabajo, con una enfermedad o con los otros problemas de la vida.
Pero al final del día, cuando “la lucha” concluye y es hora de volver a casa, en el mejor de los casos algunos, se quitan la máscara y pueden ser ellos mismos, otros, se quitan una y colocan otra para aún en su hogar “seguir luchando”.
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