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TEXCOCO, Edomex., 2 de mayo de 2014.- Los fenómenos meteorológicos aún convocan una ritualidad que data de la época prehispánica en la Sierra de Texcoco, cuya cercanía ha generado muchos cambios en sus costumbres, pero aún conservan en algunas comunidades la lengua y una cosmovisión esencialmente precolombina.
El etnólogo David Lorente y Fernández, investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), indaga los sistemas de etnometereología nahua y sus rituales, personificados en la figura de “los graniceros”.
En esta región no se celebra ninguna festividad el 21 de marzo, con la supuesta entrada de la Primavera; asimismo, entre los nahuas tiene lugar un rito muy importante el 3 de mayo, fecha principal en su calendario, junto con el 1 de noviembre, el Día de Muertos.
“El 3 de mayo es el día que se abre el temporal, y el rito consiste en hacer una petición a los ahuaques, seres que controlan los fenómenos atmosféricos, para que traigan las lluvias, y más o menos coincidiendo con el Día de Muertos es el cierre del temporal, donde se agradece que las precipitaciones hayan sido buenas para los cultivos”, dijo.
En dicha región se encuentra el Monte Tláloc -con 4 mil 120 metros de altitud-, que alberga las ruinas de un santuario prehispánico, en el que en la época de los mexicas se hacían rituales muy importantes al Dios de la Lluvia, en una fiesta que se llamaba Huey Tozoztli, que tenía lugar alrededor del 29 de abril de nuestro calendario.
En la actualidad, los graniceros siguen haciendo peticiones de lluvia en los restos de lo que fue el templo, destruido en el siglo 16.
Los orígenes de los graniceros se remontan a la época prehispánica, donde se ubican dos personajes de los que pudieron surgir los sacerdotes oficiales del imperio mexica y una especie de magos locales de los que no hay tanta información.