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MÉXICO, D.F., 17 de julio de 2014.- Un retrato inquietante, desgarrador y aterrador de lo que ocurría dentro del albergue «La Gran Familia» en Zamora, Michoacán, son los testimonios de personas que por décadas vivieron una violencia física, sexual y emocional que llegaron a considerar “normal”.
El lugar creado por Mamá Rosa era muy singular, de acuerdo con testimonios de personas entrevistadas por la ONG “Y quién habla por mí”, luego del cateo.
Dicha ONG fue la única que estuvo presente durante el cateo realizado por fuerzas federales, al acompañar a autoridades de la subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, señala Excélsior.
Dentro había familias completas que se formaron en el hogar, de las cuales algunos padres se fueron y otros se quedaron. Las personas internadas miraban como normal el tener relaciones o formar parejas, ya que se consideraban unidos por una hermandad por ser hijos de Rosa Verduzco, detenida el martes pasado por la Procuraduría General de la República (PGR).
Un ejemplo es el de una joven de 34 años que tuvo dos hijos de padres distintos, quienes sí pudieron salir del lugar, mientras que ella fue obligada a quedarse trabajando en el comedor, dijo en entrevista con Grupo Imagen Multimedia Andrés Allan Sánchez Osorio, coordinador de Juventud por Infancia de “Y quién habla por mí”.
A raíz de eso surgieron conflictos entre padres o madres que pudieron salir y las autoridades del centro que no les permitieron seguir viendo a sus hijos. Mamá Rosa, según las autoridades federales, solía registrar a los niños que nacían dentro del lugar como sus hijos, por lo que tenía su patria potestad.
¿INHUMACIONES CLANDESTINAS?
Las personas rescatadas también ofrecieron inquietantes testimonios que indican que es probable que dentro del albergue se hayan realizado inhumaciones clandestinas.
La ONG obtuvo declaraciones de varios habitantes que afirmaron que niños o bebés que murieron por enfermedad o por abortos pudieron haber sido «sepultados en el patio trasero» del lugar. Hasta ahora las autoridades federales no han informado si investigan la veracidad de dichas declaraciones y las estatales afirmaron este jueves que no se ha confirmado el hallazgo de restos.
Existen al menos tres casos, el de una joven, un bebé que murió durante el parto y un niño que murió por una enfermedad, según los testimonios de personas entrevistadas por la ONG.
LOS CASTIGOS
Los niños y jóvenes internos de “La Gran Familia” recibían todo tipo de castigos, que incluía estar encerrados en lugares pequeños sin agua ni comida.
Una bofetada por levantarse tarde, sostener una banca por cierto periodo de tiempo por portarse mal, tres días sin comer si a alguien se le perdían sus zapatos nuevos o hasta una semana encerrados sin probar alimentos si intentaban escapar, relatan exinternos en entrevistas con medios locales e internacionales.
De alguna forma los niños se las ideaban para llevar comida a los que estaban encerrados, para que no pasaran hambre mientras concluía el castigo.
Dentro de la escuela funcionaban primaria, secundaria y preparatoria, a la cual los niños iban con su uniforme. Sin embargo, si no lo llevaban completo no tenían derecho a la comida. “Muchos niños se prestaban la ropa entre ellos para poder comer”, dice Sánchez Osorio.
Muchos de los cuidadores eran jóvenes que crecieron dentro el lugar y gozaban de más libertad, como la de poder salir del centro.
Ellos tenían libertad para abusar de quienes quisieran, de golpear a otros menores, o de permitir que los jóvenes de preparatoria golpearan a los más pequeños. “Había mucha violencia entre ellos mismos”, dice el integrante de la ONG, que tuvo contacto directo con ellos.
CONTRATO CON CONDICIONES
Rosa del Carmen Verduzco hacia firmar un convenio a los familiares que internaban a niños en el albergue, donde se estipulaba cuándo y cuánto tiempo podría verse a los menores.
Cuando las familias no cumplían con los pagos acordados por el mantenimiento, automáticamente perdían todo tipo de derechos sobre sus niños, quienes se veían obligados a trabajar dentro para poder mantenerse a sí mismos.
El pago no era en efectivo ni en especie, era mediante vales que se cambiaban dentro del mismo centro por comida o ropa, toda esta donada por instituciones y los tres niveles de gobierno.
Por ejemplo, quienes trabajaban en el comedor recibían un vale equivalente a 400 pesos, mismos que debían administrar para que les alcanzara para subsistir: tres tortillas en el albergue modelo costaba un peso, y un vaso de atole costaba 50 centavos.
Otros debían sujetarse al menú tradicional del centro. Su desayuno y comida era un plato con verduras, un atole o agua y en la noche un pedacito de fruta y cena.
LO QUE ESTABA EN BUEN ESTADO TENÍA PRECIO
Quienes se hacían cargo del centro “preferían que se echaran a perder las cosas en vez de dárselas a los niños”, afirma Sánchez Osorio, ya que “las cosas buenas se vendían”.
Esto explica las enormes cantidades de comida enlatada, con fecha de caducidad inclusive de 2012, que fue encontrada en el lugar.
“Había alimentos enlatados, carne podrida, jugos echados a perder, pero también cobijas, ropa y colchonetas nuevas” que nunca se daban a los niños, los cuales “vivían entre el excremento” en condiciones infrahumanas, sostuvo.
SÓLO MAESTROS Y CUIDADORES PODÍAN SALIR
En “La Gran Familia” todos los niños se encontraban estudiando, por lo que al lugar llegaban diariamente profesores, las únicas personas que, junto con los cuidadores y los directivos, podían entrar y salir del lugar.
De esa forma fue que algunos pasaron entre 20 y 30 años sin conocer el mundo exterior. Aunque los menores sabían que un poder notarial firmado por sus padres donde cedían la patria potestad de sus hijos vencía cuando cumplían 18 años, en muchos casos a los ahora adultos no les fue permitida su salida.
La PGR recabó testimonios de personas que afirmaron que Mamá Rosa les pidió dinero a cambio de su libertad, así como otros aún más indignantes. Por ejemplo, una persona se ofreció a entrar al centro a cambio de que otra fuera dejada salir, pero cuando entró al lugar ya no la dejaron abandonar el sitio, pero tampoco la otra persona fue liberada.
LOS NIÑOS SE SINTIERON LIBERADOS
Cuando las autoridades llegaron este martes al albergue “La Gran Familia”, los menores que se encontraban pensaron que se trataba de una visita más, pero pronto descubrieron que las cosas dentro del lugar estaban por cambiar radicalmente.
Al lugar ingresó personal de la PGR, el DIF, la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Segob y de la Fundación “Y quién habla por mí”.
Ellos les explicaron a los niños que creían que su mamá “estaba cometiendo delitos”, por lo que sería acusada y juzgada por ellos.
Cuando se enteraron del verdadero motivo de la visita, los niños se portaron “muy accesibles” y comenzaron a dar testimonios de lo que dentro se vivía. “No hubo uno solo que dijera que le gustaba estar ahí”.
Los niños siguen dentro del albergue, que desde el pasado martes está siendo operado por el DIF. Ese mismo martes por la noche tuvieron su primera cena “normal” y ayer miércoles comenzó la limpieza del sitio. Los colchones llenos de chinches y garrapatas donde dormían los menores fueron amontonados en el patio principal del lugar, para luego ser tirados a la basura.
Ahora será el DIF el que se encargará de reunir a las familias que se formaron dentro del lugar, así como de trabajar en la reinserción social de los menores que no tengan familiares.
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