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El déficit de gobernabilidad en los municipios metropolitanos
Lucas piensa que la primavera ha traído desde épocas milenarias el fuego del sexo, que los cuerpos ardientes transitan por un sendero pasional, que se atreve a decir, conduce a una plenitud más gloriosa, cuanto mayores son los sufrimientos de haber pasado un invierno despiadado, en todo sentido.
Los cuerpos ardientes han elegido siempre el camino más fácil, que no los lleva a ninguna parte, pero eso no les importa mucho, si han gozado como Dios manda. Robert Graves,- dice Lucas- nos ha legado una verdad, existe la musa y es mujer, la mujer que uno ama.
Él sabe, que el camino difícil es el camino del enamorado, por eso Lucas tiene que enfrentar las frías tempestades del desamor, acepta que es el camino que conduce a la diosa, que es la mujer amada, y es la única que puede producir la resonancia, la vibración que mantenga encendida la llama esencial, que lo convertirá en un cuerpo ardiente, pero ambulante.
Lucas se consuela sabiendo que este camino es un viaje purificador a través del infierno, así se dan los mitos sobre el amor como recompensa de una hazaña. Por eso mismo se ha dicho que todo lo que hacen los hombres lo hacen con el fin de enamorar mujeres, el hombre está condenado a jugar con cartas que no tienen ningún as, porque Lucas ha comprendido que no tiene sentido preguntarse: ¿qué es el amor? Simplemente sucede. Ni el hombre ni la mujer necesitan estar al tanto de algo; lo que sí es una fría verdad, que congela a cualquier cuerpo, es saber que la incompetencia, no lleva al goce.
Lucas, decepcionado, se dice que la verdad es triste, somos cuerpos que transitan entre el fuego de la pasión y el hielo del desamor. Por un lado la plenitud pasional y sexual y por la otra, la verdad desmesurada de que todo acaba. Aunque al principio, todo sucede en base a una mirada que enciende la llama inicial, la cual produce el incendio y poseemos el fuego en cada célula del cuerpo.
Lucas escribe: ¿Qué es el infierno amoroso? El gozo de dos cuerpos calientes. Pieles que reclaman ser saciadas. Hablar de esto es fiebre, la temible y hechizante fiebre del sexo, el sexo delirante.
Bajo las altas temperaturas, el calor lleva al sexo, y muchas veces el sexo lleva al amor, o al sexo sin más.
Las conjeturas de Lucas lo hacen afirmar: el razonamiento es frío, el sentimiento, caliente, la pasión quema, las guerras son calientes, los misiles producen incendios, los tanques, los aviones, producen fuegos. Pero los cuerpos muertos son fríos, porque la muerte es fría, ha perdido el fuego. La vida debiera ser un espacio en que sólo –o sobre todo– se debe hacer el amor ardiente. Pero la muerte es parte de la vida, la hiere congelándola y la mata. Aunque la belleza, que también es fuego, es lo único decente que hay en medio de la frialdad de lo que tiende a la muerte y al olvido. Después de tantos pensamientos ardientes, Lucas va al refrigerador y saca la primera una cerveza fría. (P.S.A.)