Balazos en el pie
Por Pedro Salvador Ale
El facilismo y el propósito descalificador del trato con las palabras, Lucas lo pudo apreciar en lo que publican y reproducen los “feisbuqueros” últimamente, que van de la sublimación delirante hasta la xenofobia, pasando por la burla y el sarcasmo en los llamados “memes” que surcan más allá de la diversión, alcanzando lo que conocemos como homofobia, discriminación, racismo y demás: todo esto, lo sabemos, es sólo el umbral de la violencia física, y también el síntoma que nos caracteriza en nuestros días: el desprecio.
Lucas, pudo ver con claridad, cómo una gran mayoría saca los sentimientos más pobres de una condición de “colonizado”, donde innumerables latinos se identifican con lo anglosajón, acentuando un desprecio por lo “latinoamericano”, con ese soterrado afán (también) de sentirse “gringos”, algo que siempre los ha acompañado; como si la falta de compromiso social, de educación, de denuncia, de orden urbano, de carácter para protestar ante la corrupción, la impunidad, los feminicidios, el crecimiento de la pobreza, fuera una cualidad para identificarse con “lo anglosajón” (¿?). Afirma en voz alta Lucas: por ejemplo, no hay nada de un mexicano de característica o herencia norteamericana, en la forma “cultural” de vida, claro, se dice Lucas, más allá de la “aculturización”, de la imposición de la mercadotecnia, y de las reglas fiscales, para hacernos creer que somos del primer mundo, cuando se recibe una atención y servicios de quinta. Identificarse con lo que no es latinoamericano, es la manera que el todavía “colonizado” por la enajenación, muestra una falta de identidad, una dependencia sin conciencia individual ni colectiva, un sálvese quién pueda.
Lucas sabe que el que tiene trato con las palabras ( y que su trato con ellas es obsesivo y apasionado), reflexiona tanto más cuanto más se acerca a ellas : él se da cuenta , irreductiblemente, de que las palabras en nuestro mundo son seres vivos. Apenas escritas o pronunciadas, se transforman y cargan sobre aquél que las escribió o las dijo una responsabilidad que raras veces se es capaz de asumir.
Lucas saca un ejemplo contundente y añade: quien escribe o pronuncia la palabra “guerra”, por ejemplo, desconoce las repercusiones de su acto, hasta ha crecido la violencia, en la realidad, a causa de dicha palabra, se han cometido asesinatos, despojos, vandalismos, holocaustos, hambre y miseria, ignorancia y desamparo, a causa de dicha palabra, se han sometido a pueblos, a países enteros, a causa de dicha palabra. Como hacen los países poderosos para seguir “colonizándonos” por nuestro malinchismo. Porque la palabra lleva dentro una inmensa herencia, quien la pronuncia o la escribe o juega con ella, debería conocer ese legado y sus posibles transformaciones y utilidades.
Claro, afirma Lucas, si nada más fuéramos conscientes de ese poder que cada palabra oculta, sabríamos de la riqueza que esconden, descubriríamos que tras cada palabra hay un mundo, y quien tiene trato con ellas, como toda persona que da una noticia o feisbuquea o redacta un artículo en un periódico o un político que se expresa ante un micrófono o una pantalla de televisión, debería saber que pone mundos en movimientos y hace surgir un fenómeno que puede dañar y/ o beneficiar a muchos. Así que ojo al piojo.(P.S.A.)