Balazos en el pie
-Esta vez, Lucas estaba tomándose una cerveza, era raro porque a él, cuando bebe, por lo general le gusta la bebida más fuerte. Así que no me hice de rogar y también pedí una.
– Lucas, a veces con un trago la realidad se ve de otra manera ¿no le parece?
-La verdad es que no lo creo, es algo tan personal, el estado anímico es intransferible, por darte un ejemplo, a nosotros que nos interesa la poesía y el humanismo muy poca gente nos da bola, somos sospechosos por andar con libros bajo el brazo. Y nuestra manera de ser y de ver la realidad no va a cambiar, por más litros de alcohol que nos metamos, a lo mejor perfeccionamos nuestros errores, pero nada más.
– Maestro, o sea que usted cree que las cosas no van a cambiar, que se repetirá la historia de siempre…
– Digo que es muy difícil seguir corriendo hasta el final con un trozo de humanismo entre las manos, aunque muchos crean que no sirve para nada, pero ahí vamos. Vivimos una época en donde se han bajado las banderas de la coherencia, donde al árbol de la utopía lo han trozado a hachazos de pragmatismo utilitario y en donde rescatamos las semillas dispersas para darle de esa lluvia de los sueños, porque uno es lo que es, nada más.
– Bueno, Lucas, habla de una decepción optimista, porque a lo mejor no todo está perdido…
– Mirá, Cacho, yo despilfarré como el más generoso, asombrosos desvelos haciendo una gira mundial de lectura de poesía, sin salir de mi casa, y sé que no se puede dejar de ser “inocente”, así se nace. No vendí mi palabra, no permití que me pusieran una etiqueta en la frente, porque creo, como otros, que la poesía es la ciencia que verdaderamente se ocupa del problema o si prefieres, la exquisitez más elevada del lenguaje humano, el mayor descubrimiento de los símbolos, la puerta luminosa para acceder al misterio de la imaginación, que al fin y al cabo es lo único que nos mantiene vivos, porque quien no imagina es un muerto ambulante. Y vivimos una sociedad donde, como lo dijo García Lorca: “la muerte le puso huevos en la herida”. Una sociedad que no se atreve a mirarse en el espejo de la autocrítica, que espera, delegar como otras veces, los asuntos del pan y del corazón a las instancias de la impunidad y de la violencia, por miedo a cambiar, a dar el salto hacia sí misma, es decir, educarse para la conciencia y la voluntad.
-Claro maestro, lo entiendo, es saber que el problema de la cultura humanista no es un dilema de dinero, es el de la ignorancia de los medios de “comunicación” con la gente, lo grave no es el sartén, sino quienes se quedaron con el mango. Y ante las circunstancias políticas y sociales que estamos viviendo nos damos cuenta de que si no se endereza la nave como es debido, estamos fritos.
– Sí Cacho, el problema es la falta de memoria, porque la memoria no volverá a presentarse, esto es lo último que nos diría a modo de sentencia George Santayana, porque “quien olvida su historia está condenado a repetirla”, se refería lógicamente a la conciencia. Cada tanto sucede que la cabeza se llena de nubes grises y las imágenes de la realidad no pasan, los sentimientos no tienen nada qué hacer, el amor por una mujer imposible nada qué ver, los sueños tampoco tienen cabida, es la memoria, que no regresa, que no vuelve más y chau persona, chau democracia.
– Chau país, chau justicia, chau chau…
-En serio Cacho, no es ninguna broma, es algo de vida o muerte, no tengo mayor teoría, sólo la cruel verdad, si la memoria no recuerda el daño que te hicieron estás muerto. La memoria viene incorporada desde antes de nacer con toda una aventura genética y es mejor que no se te ocurra hacerte el místico feliz con una receta en las rodillas, porque esa diversión no funciona, la espera de que otros luchen por un mundo mejor, tampoco, de que no te atraigan las causas perdidas, de que eso es de idealistas, entonces, ni hablar. Podrás beber cerveza como del Letes, creyendo que sus espumas te provocarán el olvido, pero no volverás a estar en la historia, porque los errores seguirán repitiéndose, demostrándote una frustrante ineptitud que no quiere aprender de la experiencia. No tener memoria, es la propensión de la mediocridad a caer en el mismo pozo o tropezar con la misma piedra, a repetirse con el sufrimiento y culpar al destino o a fuerzas misteriosas de las desgracias.
– Lucas, la cerveza lo pone más filósofo que de costumbre y más brillante…
-Te digo Cacho, no es joda, la memoria individual fluye entre dos instantes que le están definitivamente vedados: el nacer y el morir. Lo que sucede en el viaje de orilla a orilla, es la historia personal, las imágenes de lo vivido, que es la única manera de avanzar, de crecer, de soñar: todo esto latente en los laberintos de la conciencia, evidente en los cambios del cuerpo, como lo decía de otra manera Platón: ”recordar es vivir”.
– Sí maestro, por eso los pueblos no evolucionan, y menos si se les deja de enseñar el humanismo.
-Yo sé, con esta emoción, que lo único que sostiene a la memoria no es el recuerdo, sino el paso del tiempo y que el olvido es su peor enemigo. Y sí, la memoria es el recurso para que los propios actos no se repitan de manera violenta y dolorosa. No es que la memoria pase, lo que pasa es la vida. Ahora Cacho, tenés la posibilidad de ser el hombre más alegre de la ciudad, poseer todo lo que se te ocurra y lo que no desees también, las mejores ropas, los placenteros alcoholes, los viajes paradisiacos, una buena cuenta en el banco, las efímeras pasiones inacabadas, recibir elogios como la mejor persona, pero si la memoria no vuelve a funcionar, lo habrás perdido todo y te preguntarás: ¿Qué se hizo de aquella inmensa libertad? (P.S.A.)