Balazos en el pie
La otra noche llegué media hora tarde al café donde había quedado de encontrarme con mi maestro Lucas, no íbamos seguido al mismo lugar, cambiábamos, hasta que invariablemente teníamos que repetir el sitio, aun así no era en la misma secuencia. Me sentía molesto y acongojado a la vez, por los crímenes y esta marea de sangre que inunda al país, así que de golpe solté mi indignación de esta manera, fue lo primero que se me ocurrió:
-Lucas, mucho Sócrates, dosis de Ciorán, de Juan de los Palotes, mucha filosofía, poesía, pero el mundo se está cayendo a pedazos, de qué sirve todo esto, ganaron ellos, todo está perdido maestro…
-Ah, amiguito, estás en uno de esos días, se me hace que tenés que ver a tu novia más seguido, te voy a decir por qué… el amor o la compañía de alguien que deseamos, nos hace olvidar de que la muerte existe, es la voluntad de sobrevivencia ante el panorama desolador y mortuorio que rodea a nuestra realidad: el “día de muertos” y de las cosas, es todo el tiempo, lo estamos padeciendo, esto que parece una obviedad, es una certeza indetenible, entiendo que los crímenes son lo que te preocupa y ¿a quién no? Lo que te puedo decir es que triste o amargado no se gana ninguna batalla, hay que ser valiente para vivir el día a día, hasta caminar por la calle es practicar un deporte de alto riesgo.
-Usted lo toma con ironía, pero la verdad es que hay demasiado miedo…
– Y de eso se trata, es la especialidad de cualquier sistema, generar un pánico colectivo, en el que uno cae de una y otra manera, yo creo que hay que enfrentar lo que venga, desde la trinchera de cada uno, pensar y hacer, actuar contra las malas noticias, siendo mejor en lo que se sabe hacer. Mirá: de las pocas buenas noticias que hay en el universo, las más bellas son el erotismo, el deseo, el placer sexual, sencillamente porque ya son actos revolucionarios en una época donde la muerte, como una de las premisas del sistema, invade los ámbitos vitales, aunque no se hable de ella como tal, sino que se la relaciona y se la esconde tras las palabras violencia, crimen organizado, delincuencia, miseria, entre otras…
-Sí Lucas, estoy de acuerdo, pero no se puede vivir así, todo está podrido, parece que no hay salida…
-Te entiendo, muchacho, lo cierto es que vemos suceder la muerte, más, los que tenemos sueños y utopías y somos voluptuosamente instintivos, nos quedamos con la vida, aunque la mayoría de la gente se dedique, consciente e inconscientemente, a trabajar para la parca: son aquellos que coartan la libertad sexual, los depredadores del arte y de la cultura, los que profesan el culto a la ignorancia, los que frenan y tuercen la verdadera educación, los que niegan al pensamiento y al conocimiento, aquellos que envidian el talento, el don, el vuelo de la imaginación; aquellos acorazados por el miedo, aquellos súbditos a los que les dan náusea los buenos aires de otro tiempo, la libertad de elegir.
-Elegir… ¿ podemos?
-Claro, vos podés elegir, en eso consiste la belleza y la libertad, en elegir, de todo a todo: ¿qué vas a hacer, cómo vas a pensar, qué vas a opinar? Porque ésta es una realidad que se quiebra y se ríe de sí misma y de su propia historia, una realidad que se oxida culturalmente, que se agrede y que se perdió el respeto a través de la mediocridad permanente y el achatamiento de la belleza, de un culto fanático a la fealdad; se ha roto cualquier tendencia hacia los valores, y no sólo en la prensa basura, sino en otros medios de “comunicación” masivos, donde los seudo-periodistas o conductores metrosexuales despliegan un lenguaje, si se puede llamar así, que no rebasa las veinte palabras, de una violencia degradante para el oyente o el televidente; el problema es que todos aparecen como cómplices y gestores de un pacto de enfermedad terminal de lo humano, de la memoria y de la identidad: el neoliberalismo perfeccionó un sistema de tortura, de espionaje, de control, superando al nazismo o a cualquier holocausto en cuanto a la extinción del valor fraternal. A pesar de ello, el amor es el único lujo que los poderosos no pueden tener, porque los sentimientos no cuentan para el poder, sólo sus intereses con la muerte. Bajo la piel existen la vida y el deseo, los que asumimos la muerte somos nosotros, sobre todo cuando dejamos de ser nosotros mismos; ya lo dijo Fray Luis de León: “los pastores serán brutales, mientras las ovejas sean estúpidas”. Hay que creer que se vive para siempre cada instante, con deseo y con pasión, luchar por la dignidad como si se fuera inmortal, único e irrepetible, eso es vencer a la muerte. (P.S.A.)