Balazos en el pie
A Lucas le tocó pertenecer a una generación que cruzó el milenio y que ya se encuentra avanzando con catorce años, sin fin del mundo, sin ningún tipo de liberación ni revolución. Lucas duda permanentemente si el vivir esto es un privilegio o se trata de un cambio tan sutil que sólo sea una persona más entre millones, que no se ha dado cuenta de cuándo sucedió.
Lucas aprendió de manera drástica que las ideas que existían a finales del siglo XIX y principios del XX ya se han diluido ante el fracaso de las ideologías y de las religiones, piensa que ahora sólo se puede hablar de un tiempo presente, mas no de “futuro” ya que está entre nosotros. Hay una fragmentación del tiempo y nadie sabe lo que sucederá en los próximos cinco minutos, y para ello cita de memoria al poeta inglés Robert Browning: “El presente es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado”.
Mientras enciende su pipa, pausadamente, Lucas insiste en que hay un vacío en la sociedad contemporánea que no ha podido ser llenado, ni siquiera por el optimismo, que como tal, ha engendrado todas las guerras y las empresas más descabelladas. Con una sonrisa maliciosa afirma: sólo los optimistas creen que pueden ganar en esta guerra económica de la crisis mundial.
Luego de llenar el espacio de su tabaco aromado con manzana, Lucas lentamente agrega: ya no es preciso, como hace décadas, plantearse las discusiones metafísicas sobre el más allá ; el más acá nos absorbe y nos sitúa en la dimensión conocida de la obviedad, lo repetitivo, la monotonía, en una realidad donde el infierno no es otra cosa que la extrema pobreza; la indigencia el purgatorio, una lucha feroz por sobrevivir ante esta situación adversa; y el cielo es sólo “este cielo que vemos, que no es cielo ni es azul, lástima grande que no sea verdad tanta belleza”.
Y continúa de manera pesimista: ahora no existe más religión que el dinero, y no es que el dinero deba ser satanizado, por el contrario, es una de las energías que mueve o paraliza al mundo, como lo estamos viendo, es lo que logra hacer con su infinito poder de cambio. Sólo que en esta guerra de economías mundiales, son cada vez más los marginados de este sistema, mayor la desocupación y la violencia legitimada.
Lucas, toma un sorbo de café, deja la pipa a un lado y medita, casi hablando para sí mismo: lamentablemente los grandes beneficios que ha proporcionado el progreso occidental han sido mediatizados y negativizados por el poder en turno. Las estructuras políticas y económicas y sociales que se fueron organizando, evolucionaron hasta convertirse en una tecnoestructura, la cual se ha constituido en una realidad en sí misma, al adquirir independencia y seguir sus propias leyes, lejos de la dinámica y de las necesidades de la sociedad.
Leyes donde el “dentro y el fuera” juegan un papel determinante y en donde no se vislumbra por ningún lado la idea de un ser humano nuevo. La tarea filosófica humanista ha perdido vigencia, después de las grandes hecatombes, todo lo construido durante miles de años se hizo humo en los hornos crematorios o en los bombardeos que continúan o en la crisis económica. A pesar de todo, el único optimismo que tiene Lucas, es que Brasil o Argentina, a pesar de la crisis social del continente, se queden con la copa de futbol, así sea. (P.S.A.)