
Siguen fallas en clínicas mexiquenses del IMSS
-Maestro Lucas, entre vivir una realidad cuadrada, dictada por el sometimiento, he preferido arriesgar lo cómodo, que muchas veces, o casi siempre tiene que ver con una complicidad, y no me arrepiento, lo cual sería estúpido.
-Cacho, aunque invoquemos al cuervo del poema de Edgar Poe, con su “nunca más”, la vida se encarga de ponernos quizá otra piedra en el camino o una manzana, depende del capricho de las circunstancias, los imponderables están para recordarle al hombre su fragilidad, que por más línea que trace con su voluntad, no es dueño absoluto de su destino: los sueños compiten con la realidad, y a veces, es difícil separarlos.
-Pero también los miedos compiten con los sueños, y casi siempre ganan los miedos o el miedo a ser uno mismo.
-Sí, pero aparte del miedo, la experiencia, que antes tenía un valor supremo, en este mundo hecho y pensado para los jóvenes, parece no tener ninguna importancia, ni para la mercadotécnica, ni para el consumo. Nos frotamos los ojos para asegurarnos de que lo que vemos está realmente presente, tantas rupturas conforman nuestra identidad, que caminamos con el desafío de tener una conciencia segura de sí misma. En cambio, Cacho, la sana locura puede hacerte creer que la vida es una cosa distinta al éxito: las ambiciones y las pasiones generan violencia, y ésta, la violencia, conforma un guión imaginario en el que se despliegan todos los personajes de la condición humana: los problemas comienzan cuando estos descubren que hay cosas “más importantes” que vivir: la búsqueda de la riqueza, de la fama o del poder.
-Y también la codicia, la usura, me acuerdo de Ezra Pound y su visión de lo que ya éramos como una sociedad mezquina.
-Así es, esta visión de la realidad induce al desengaño, a la desilusión, al desencanto: del poder a la impotencia, de la riqueza a la pobreza, del honor a la indignidad: los hombres se pelean y adaptan su voracidad a lo que desean ser aunque sea un momento. Esto conlleva a la prisa, a la ambición incontrolable, a las cadenas ideológicas y religiosas, a los credos, a los prejuicios y a los convencionalismos sociales, a una moral de conveniencia: y esto no es vivir. La realidad se encarga, sin embargo, de desengañarlos acerca del sentido de las posesiones de las que se enorgullecen, recordándoles más tarde o temprano que fue un viaje precario: “El hombre nunca posee nada realmente, ni su debilidad, ni su fuerza- y cuando creeatrapar su felicidad, la destruye- su vida es una extraña y dolorosa separación” (Louis Aragón).
-Lucas, habrá que practicar más desapegos, en un dominio del exitismo mediocre.
-Sí, en el otro extremo está el hombre que practica la sana locura de vivir por creer en la libertad, que es caminar con los pies de la inteligencia y de la imaginación, el que defiende el amor sin fronteras ni permisos ni ataduras; el que sabe que la educación es el camino para conseguir la paz. Y esto es una manera de vivir sin miedos, como quienes gozando conducen lúcidamente tanto sus pensamientos como sus acciones. Porque cada momento se cierra sobre sí mismo y pronto desaparece: huellas breves borradas definitivamente del trabajo de la memoria: el “carpe diem”: disfruta el día, la viva presencia del instante que no vive más que del pasar, pero que condensa en él la fuerza pura de los fervores nuevos: “Vivid, si me creéis, no esperéis a mañana: cortad desde ahora las rosas de la vida” Sí, Ronsard, así lo haremos, no hay tiempo que perder. (P.S.A.)