Balazos en el pie
-Lucas, la realidad es tan demencial, que me asombra que la gente no aprenda de las experiencias, continúa dejándose manipular, pareciera no saber pensar por sí misma.
– Históricamente el hombre se ha enfrentado a la utilización de imágenes por el poder en turno, para condicionarlo a aceptar una serie de mitos, para tenerlo mejor acorralado con prejuicios, temores, y por qué no decirlo, con el uso de la fuerza del estado. Imágenes de dioses, de demonios o de santos, imágenes de castigos brutales si no obedecían las leyes misteriosas de un Dios encolerizado y vengador, un Dios extremadamente pasional y humano, tan déspota que llegó a convertirse o a manifestarse a través de reyes y príncipes, de una monarquía que se hacía llamar divina, para recalar en los dioses con pies de barro de nuestro tiempo llamados actores mediáticos, presidentes, secretarios de estado, senadores y diputados, funcionarios que no funcionan, nada más que para sí mismos.
– Sí maestro, a eso me refiero, es tan evidente la verdad, y no se quiere ver, hay una actitud de esclavo, que no sabe qué hacer con su libertad.
– Claro, Cacho, es una manera de la enajenación, esta parafernalia contemporánea donde los artistas de televisión compiten en imagen con los políticos y viceversa, surge de la ausencia de identidad, sí Cacho, aunque me mirés como vaca que ve pasar un tren, te digo, esa carrera de ineptitudes lleva al más ignorante a la cumbre. Pareciera ser que lo vacío, lo chato, lo frío, lo pueril, es decir, la imagen inventada de acuerdo a un perfil que se quiere mostrar se impone por sobre la autenticidad de lo humano, entonces me pregunto: ¿si el que dice que es, no es, entonces quién es? O sería mejor decir: el que no es, inventa lo que quiere ser, que a su vez tampoco es nada, porque es una imagen virtual, que sin embargo causa incontables daños de corrupción, de deshonestidad, de injusticias al país. Entonces, ¿dónde está la persona? ¿quién gobierna, quién canta, quién actúa, quién da las noticias, quién declara, quién gana, quién pierde, quién vende, quién consume, quién vive, quién muere de hambre y de ignorancia?
– Lucas, el narcisismo enceguecedor, que no deja ver con claridad ha tomado el poder en todas partes, es más importante parecer que ser, aunque usted haya dicho que no hay nada más lejano que lo parecido.
– Creo que desde hace mucho, se ha perdido la esencia humana de la autenticidad, la coherencia, la ética de las convicciones. Sería difícil imaginar a un Benito Juárez, que por cuidar su imagen debía ocultar sus orígenes humildes, o a Pancho Villa que le dijeran como hablarle a la tropa, o a un Zapata que debía cortarse el bigote porque lo traía demasiado largo y que tenía que ofrecer una imagen distinta de lo que era, que debería vestir de traje y corbata, por ejemplo. Es imposible decir que el Che Guevara manejaba una imagen o una Eva Perón, todos ellos tenían estilo propio, una personalidad única: eran lo que eran por esencia humana, no fueron fabricados en una oficina de publicidad o de diseño de imagen, o surgidos en cursos para un doctorado en plastilina. Y así como esos famosos personajes, millones en el mundo eran auténticos, nuestros padres, nuestros abuelos, con defectos y virtudes, eran ellos sin imitar a nadie.
– Sí Lucas, eran otros tiempos, pero lidiaban con otros problemas, creo que nunca ha sido fácil sostener la dignidad humana en cualquier época.
– Lo que importa es que ahora Impera la dictadura de la falsa imagen, de la mentira, del engaño, porque sólo esconde lo que no es. ¿Cómo creerle a un político en campaña, cómo pensar que lo que dicen los “periodistas prestigiados” “los analistas políticos mediáticos”. Es cierto, sí están vendiendo una imagen, por lo cual se llevan una tajada al bolsillo. Si no son lo que son, entonces qué son. El ser se ha ahogado en la marea de lo superfluo. Esta crisis de identidad, que es de autenticidad, ha tomado el rumbo de lo incierto, de la demencia. Y no hay que colgar los guantes antes de pelear, hay que sudar la camiseta, es necesario que el maestro y que el estudiante recuperen la función auténtica de ser protagonistas de su historia vital, que el obrero, el maestro, los padres de familia, resistan con su esencia sin tener que imitar a nadie, porque estéticamente esta sociedad consumista mediatizada, no aporta nada a la vida, porque todo ser humano consciente de sí, sabe que lo estético se relaciona con lo social. Éticamente un enajenado, no aporta nada. Por eso, hay que recuperar el estilo, y esto se consigue sólo defendiendo la cultura, el humanismo, el diálogo profundo, la palabra, el poder de la palabra hablada y escrita, el conocimiento, el poder de la verdad común, el poder de la conciencia, como se pueda, ya lo dijo Horacio: Emuntae naris, duruscomponere versus. Sus versos son descuidados, pero al poeta no le falta inspiración. (P.S.A.)