Balazos en el pie
A Lucas le parece un despropósito que de pronto la superstición y la religión, se hayan unido de manera profunda en un hecho político del Vaticano, que hombres de carne y hueso que alguna vez de niño vio de cerca, sean llamados “Santos”, hombres, como el caso de Juan Pablo, marcharan o recorrieran calles con automóviles blindados, cuidando la vida, por sobre los ataques violentos, desprotegidos del buen Dios.
La conversión de una persona en “Santo”, alguna vez, para ellos -dice Lucas- era un dictamen divino, sin embargo, ahora es una decisión política, hegemónica, nunca se había dado una rápida canonización como sucedió con Juan Pablo II; ¿cuáles serían los motivos inconfesables para convertir en Santo a quien protegió al proxeneta, pederasta, drogadicto y demás Marcial Maciel?
Y lo que más saca de onda a Lucas es que un par de días antes de la canonización de los dos Papas, una cruz en memoria de Juan Pablo II se cayó y mató a un joven italiano de 21 años, en la localidad italiana de Cevo.
Si los milagros atribuidos a los Papas son tomados como verdades incuestionables, Lucas se pregunta: ¿Por qué la muerte de un joven aplastado por una cruz erigida en memoria de Juan Pablo II no pueda ser tomada como una señal negativa? ¿Por qué una cosa es un mensaje y otra una casualidad? Un Papa que estuvo en la caída del muro de Berlín, un Papa que apoyó al neoliberalismo, que anunció el fin de la historia, fukuyanesco, un encubridor de pederastas y de los bancos ligados a la mafia italiana, entonces, -sentencia Lucas- todo Santo es un político y todo político es un Santo.
La verdad es que vivimos un tiempo donde la necesidad de creer en algo o alguien, lleva al Vaticano a manejar los tiempos en aras de sostener una visión religiosa (en decadencia) como un espectáculo mundial donde se juntan a cantantes famosos, reunir a 4 Papas, dos vivos y dos muertos, en una ceremonia que convocó a cientos de cardenales, 24 jefes de Estado y casi un millón de fieles, en una representación mediática, propia de los tiempos sombríos que vivimos donde hay que sostener la popularidad como sea, que hablen bien o mal, pero que hablen -masculla molesto Lucas-.
Bueno, -se consuela Lucas- siempre que llovió paró. Y añade: Esta canonización doble es una manera terrorífica de la comercialización de la fe, ese acto tiende, una vez más, a sostener la acumulación de dinero y de poder en manos de unos pocos, así como los experimentos genéticos, como la justicia aplicada a conveniencia, como la cultura en manos de una minoría; ellos, los poderosos que pregonan el “amor”, como demagogia, saben que el Amor es el único lujo que no tienen, porque los sentimientos no cuentan para el poder, sólo los intereses; así que ríe y todos reirán, llora y todos te darán la espalda y te dejarán llorar a mares. Porque la verdadera obra de teatro, que cada uno representa en este escenario del mundo, siempre termina sin aplausos. (P.S.A.)