Balazos en el pie
#TodosSomosSimios
Carlos Manuel Treviño Núñez no la ve llegar. Furibundo, utilizó su cuenta de Facebook para lanzar insultos racistas en contra del futbolista Ronaldinho, lujoso refuerzo de los Gallos Blancos de Querétaro. Le llamó simio… y quien lo dice lo es.
Por más que intenta, no hay manera de borrar su estupidez; si pudiese se escondería bajo una piedra, pero no hay rocas suficientemente grandes para ocultar el tamaño de su ignorancia.
Ignorancia, porque como bien apunta Rafael Cardona, el profesor de historia estadounidense en una universidad queretana, parece desconocer las mezclas étnicas que nos dan origen.
La raza negra es tan mexicana como cualquier otra. La cultura de Morelos, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tlaxcala y Michoacán, no serían como las conocemos sin el ingrediente africano.
El propio autor de El Cristalazo, recuerda que una de las primeras luchas independentista fue encabezada por Gaspar Yanga, quien en 1570 se reveló en Atlixco para fundar después, cerca de Córdoba Veracruz, lo que se llamaría “El pueblo libre de San Lorenzo de los Negros”. José María Morelos -recuerda Cardona- era un «cuarterón»; en tiempo de la Colonia a las mezclas entre negros, indígenas, mestizos y criollos se les llamaba de varias formas: «saltapatrás», «cambujo», «cuarterón» y «mulato».
Pero eso el señor Treviño o no lo sabe, o le vale. Para el ex secretario de Desarrollo Social de la administración panista de la ciudad de Querétaro (2006-2009), Ronaldinho y todos aquellos que comparten el color oscuro de la piel son simios, tal y como escribió en el ofensivo texto de Facebook publicado el viernes.
“En serio trato de ser tolerante, pero DETESTO EL FUTBOL, y el fenómeno idiotizante que produce… Lo detesto aún más porque la gente estorba e inunda avenidas para hacer que tarde dos horas para llegar a casa… Y todo para ver a un SIMIO… Brasileño, pero simio aún. Esto es un circo ridículo”.
Si bien es cierto que el mensaje provocó la desgracia del autor quien se comportó como un verdadero chimpancé, en realidad, el problema no es lo escrito sino el pensamiento plasmado en su cuenta de la red social. Si lo puso es porque lo cree, aun cuando ahora jure por todos los santos su condena al racismo… e intente salir por piernas de un callejón sin salida en el que él solito se metió.
La cosa no va a quedar ahí. Conapred abrió una queja; el gobernador del estado exige un castigo ejemplar; organizaciones civiles claman justicia y la tuitocracia quiere sangre, bajo la etiqueta #TodosSomosSimios.
El Monje entrevistó al cafre en UNOTV. Treviño afirmó estar arrepentido, dispuesto a hacer lo necesario para enmendar su estupidez. “Se me vino encima el tren de la intolerancia; me ha pegado en la cara (…) quiero pedir perdón a Ronaldhino de rodillas o lo que sea necesario (…) por la ofensa injustificable”.
Carlos Treviño reconoce un comportamiento majadero, detestable, desafortunado, imprudente y estúpido.
Pero… la condena pública ahí está, seguirán las multas y las sanciones legales que podrían ir de 1 a 3 años de prisión o el pago mediante trabajo civil, pero la letra escarlata del racismo, quedará plasmada, por siempre en la cara del ofuscado Treviño Núñez.
Por si fuera poco, el furioso, rápido se lleva entre las patas a su partido político. El PAN, agobiado por sus pugnas internas debe cargar con otra tontería de sus incautos militantes. Pasó con los “Morenazis” fanáticos de Hitler en Guadalajara; ocurrió con la cruzada antigay del senador José María Martínez… y ahora con el desliz infeliz de Carlos Treviño, quien reculó, en buena medida, por la presión de la dirigencia estatal blanquiazul.
Seguramente el señor Treviño será expulsado y borrado de las listas de Acción Nacional. Vaya que lo merece. Baste recordar que por mucho menos, el poderoso diputado Luis Alberto Villarreal terminó defenestrado.
Esta vez, ojalá, la penitencia merecida por Carlos Treviño sea proporcional al pecado cometido… y no sólo un desplante de corrección política.
BORREGAZO: Se cumplen 160 años del estreno del Himno Nacional, compuesto para exaltar las glorias de Antonio López de Santa Anna, el villano favorito de la historia nacional. Pero eso no se dice.
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