Muerte súbita

La final que no tenía que ser final

Dios los hace y ellos se juntan, Jesús Martínez y Carlos Slim unieron fuerzas para despedazar el imperialismo del futbol mexicano dominado por el duopolio televisivo, primero dando un golpe de autoridad con las transmisiones del León para una cadena privada, luego apoderándose de toda la final con los dos equipos que pertenecen al grupo Pachuca, en fin; en este momento disfrutan de la gloria mientras el resto se lamen sus heridas.

Esta es una final que no tenía que ser, en primer lugar por pertenecer al grupo subersivo e incómodo, en segundo lugar por caer en el famoso y gastado tema de la multipropiedad y en tercero por estar en un país acostumbrados a disfrutar del fracaso de los demás, a que me refiero, a que nunca iba a pasar por la cabeza de los brillantes dirigentes del futbol mexicano que literal tendrían que chutarse una final con estos equipos.

No todo es malo, ya que estrictamente en lo futbolístico han demostrado ser dos escuadras competitivas con una propuesta agradable; en la ida dejaron claro que aún podemos respirar tranquilos todos aquellos crédulos que gustamos del deporte más popular y que aún hay esperanza de jugar limpio y respetar la esencia del futbol.

Este domingo ya será historia y sólo nos acordaremos de una final diferente en la «famosa liga Bancomer», una final que no tenía que ser final.