Balazos en el pie
-Mire, Lucas, este 5 de septiembre cumplió cien años el poeta Nicanor Parra, es una maravilla la lucidez que todavía lo acompaña.
-Te diría que su vida no fueron cien años de soledad, sino cien años de no creer en la importancia que se le da a la muerte o a la trascendencia literaria. Él desmitificó mucho al poeta solemne haciendo de su vida un verdadero antipoeta, claro, los antipoemas o el antipoeta que concibió no están peleados con La Poesía, sino con la idea cursi que muchos tienen sobre lo que es un poeta, por eso manejó la ironía y el sarcasmo, la poesía verdadera siempre irradia su vuelo, incluso desde la filosofía clásica, me refiero a Platón, quien decía cosas como esta:
“Cuando al ver la belleza aquí abajo y recordando la verdadera belleza, tomamos alas y, provistos de estas alas, sentimos un vivo deseo de volar y de no llegar, cuando, como un pájaro, dirigimos la mirada hacia arriba y descuidamos las cosas de aquí abajo, tenemos lo necesario para ser acusados de locura”. Esto que nos revela Platón en el Fedro, tiene como fin hacernos valorar la experiencia estética si añadimos que el hombre se mueve en esta vida con la mitad de sí mismo si no tiene expresión, estaremos en uno de los problemas centrales del humanismo: se degrada la práctica de la verdad y del goce estético. Si ante la realidad el asombro se pierde, y nos dejan de importar poco a poco las cosas sencillas y cotidianas, estaremos reduciendo a la mitad al ser humano, le habremos quitado el lenguaje, la expresión, y lo habremos llevado definitivamente a la pérdida total de su autoestima.
-Lucas, entonces, no es desmesurado hablar de que el poeta Parra nunca dejó de asombrarse ni de volar.
-En eso Don Nicanor Parra y Platón coinciden de alguna manera, entre lo posible y lo imposible de las cosas, a las utopías, me refiero a que el poeta chileno era y es un irreverente, él dijo “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas” o “cordero de Dios que lavas los pecados del mundo, dime cuántas manzanas hay en el paraíso terrenal”, o “robando flores a la luz de la luna pido perdón a diestra y siniestra pero no me declaro culpable” o “el automóvil es una silla de ruedas” o “cuando pasen los años y yo sólo sea un hombre que amó, un ser que se detuvo un instante frente a tus labios, un pobre hombre cansado de andar por los jardines, ¿dónde estarás tú?”. Y así podemos seguir todo el día, Cacho, si tenés tiempo.
-Todo el tiempo del mundo maestro, cuando se trata de conocimiento, no hay tiempo ni espacio.
-Cacho, estas cosas me emocionan, esta actitud y reflexión del poeta Nicanor nos enseña que el cuerpo está destinado al lenguaje, la mirada en busca de la verdad aprende a descifrar las cosas, a formar ideas que las unen, a enriquecerse con sus recuerdos, a decirlas; si toda esta complejidad deslumbrante de la vida misma no culmina en la palabra, en el diálogo inteligente que comunica, deviene necesariamente en violencia, ya lo hemos experimentado hasta el cansancio, cuando se acaba la imaginación y el diálogo, comienza la guerra, el extremo de la ideología.
-Diríamos que se cae en la antivida, en lo mortuorio, en lo deshumano.
-Así es Cacho, por eso existen los poetas, ellos saben que el desprecio por la belleza, por la palabra bien expresada, instauran la ignorancia, la reducción del lenguaje, el silencio, la obviedad, que devienen en insulto o degradación de las personas: es la puerta más ancha a la violencia social, a los golpes, a la humillación y a la portación de armas; incluyo sin ninguna duda a las escuelas, que en muchos casos se han convertido en espacios de desahogo para la frustración económica. Te digo más, parece una locura juntar a Nicanor Parra y a Platón, los dos nos recuerdan que las alas del alma son, en principio, carnales, de todas las realidades carnales, las alas son en sus actos lo más esencial, lo que conduce al hombre a lo mejor de sí mismo: de la belleza de un objeto hermoso nos elevamos a la de un cuerpo bello, más tarde hacia la de un alma bella, para acceder finalmente a la belleza en sí misma, esto sería establecer el diálogo del sentimiento: el asombro, la poesía y el amor… y ¡ chan chan, final del tango Cacho, el final… para qué más! (P.S.A.)