Balazos en el pie
Existen personas que pareciera que a nadie o a casi nadie le caen bien. Aquellas que regularmente le ven el lado obscuro a las cosas, que las buenas intenciones las convierten siempre en malas intenciones. Si acaso llegan a tener una pareja, siempre están en conflicto, ya que son absolutamente intolerantes a los altibajos de la vida, al primer error por parte de los demás, son capaces de dar por terminada una relación, si es que no antes la otra persona sale huyendo.
A este tipo de personas se les define de manera coloquial como “amargados”, porque lo único que reflejan hacia los demás es un estado de insatisfacción, frustración y enojo constantes con y por todo.
Si lo que usted está leyendo no le parece que esté describiendo a alguien más, sino a usted mismo, le invito a que concluya este artículo.
Hoy en día existe una gran cantidad de personas que mide su estado de satisfacción personal si y sólo si los eventos se dan como los esperaban o los habían imaginado, o peor aún, cuando los satisfactores están en eventos o situaciones externas, es decir; ¿cuántas veces hemos escuchado decir? “si tuviera un mejor trabajo yo me sentiría mucho mejor”, o “si tuviera el amor de una pareja, me sentiría pleno”, o “si me hubiera tocado la suerte de aquella persona”, y se pasan gran parte de la vida suponiendo que una vez que logren tener todo lo que observan en los demás, hasta entonces estarían mejor, y como no tienen nada de lo que quisieran o suponen que necesitan para sentirse bien, entonces no sólo se van llenando de frustración, sino que transmiten este estado a todos los que los rodean.
Para sentirse pleno y satisfecho consigo mismo y con los demás no es necesario que suceda nada externo, la verdadera clave para lograrlo es aprender a ver la vida tal y como es y disfrutarla a partir de lo que existe dentro de cada uno de nosotros.
A algunos de mis pacientes les digo que en la vida existen cosas que debemos de cambiar, otras que si no cambiamos no pasa nada, y otras más que no dependen de nosotros y que por lo tanto no debemos preocuparnos por modificar, ya que seguramente no nos corresponde. Así que hay que enfocarse en lo que tenemos y somos.
Mis queridos lectores, la vida está llena de obstáculos, que nadie vino y a propósito nos los puso para hacernos una travesura o para ver cuánto nos podemos amargar la vida, porque en realidad no es así. Si aprendemos a no perder el tiempo enojándonos por las cosas que nos toca librar y más bien nos damos a la tarea de buscar una solución para salir avante, se comienza a hacer costumbre ver estos eventos como la oportunidad de crecer y nunca suponer que se fue el blanco de todo el universo para que justamente a usted le toque encontrar soluciones a todo aquello que no sale como lo esperaba, porque, créame, a todos nos pasa.
Recuerde que las situaciones en la vida, cuando no salen como las queremos es precisamente como las necesitamos, de eso no le quepa la menor duda.
Dice Rafael Santandreu, autor de “El arte de no amargarse la vida”, que “la gente más sana y positiva, tiene el hábito de no exagerar las adversidades” y ¿sabe una cosa?… yo estoy de acuerdo, y usted, ¿cuánto se amarga la vida?
Regálame tus comentarios a Facebook: El Diván de Cony, Twitter: @eldivandecony o al e-mail: [email protected]